Salvatore.
La primera vez que Demetrio me cortó una maldita follada, fue a mis dieciséis. Él era un jodido niño intenso corriendo por toda la casa y vio a una mujer desnuda por primera vez en su vida por meterse a mi habitación en Nápoles para sorprenderme al llegar.
La sorpresa se la llevó él al momento en que salió de debajo de mi cama y mi mano estaba entre las piernas de la pelirroja que salió corriendo y no regresó por miedo a que mi padre le cortara la cabeza como mi hermano mencionó en medio de risas, sin saber qué demonios pasaba frente a él.
Colgué sus malditas piernas cortas de un árbol y lo dejé allí hasta que sus ojos se salieron de órbita, su rostro pidió clemencia teñido de rojo y él no podía respirar. Dejó de meterse en mi cuarto entonces.
Fue la primera y creí que sería la última vez que me interrumpiría mis ganas de coger.
Alessia está paralizada entre mi cuerpo y la pared, sus grandes ojos azules asustados no dejan de enfocarse en la puerta, temiendo que mi hermano entre. Paso mi mano por mi cabello mojado, olvidándome de su cuerpo desnudo y empapado contra el mío.
Ese maldito hijo de perra me las pagará.
Ni siquiera la miro al salir de la ducha, estoy demasiado cabreado como para que me importe el chillido que emite al ver mi trasero desnudo a medida que camino a la puerta donde agarro una toalla en el camino y rodeo con ella mi cintura.
La puerta de la entrada al salón VIP sigue cerrada, pero los gritos y los golpes de Demetrio contra la madera se intensifican al acercarme y mis manos se cierran con fuerza en puños, queriendo estamparlos en su cara una vez la abro sin ocultar mi molestia.
—¿Qué quieres?
Sus ojos se abren divertidos. No hay rastro de sospecha en su rostro. Y no es como si me importara tampoco, no tengo que darle explicaciones de nada.
Él no se mueve, se reclina sobre el marco de la puerta, enganchando sus manos en los bolsillos delanteros de sus pantalones, como si fuese la persona más cómoda en este momento y nada fuese a hacer que se marche.
—¿No te dije que volvieras a Nápoles, maldita sea?
—Tenemos un problema, hermanito. —Sus ojos burlones caen de mi rostro, enfocando mi entrepierna antes de volver a mi cara. Él quiere que le desfigure esa cara de mierda que tiene—. Bueno tú tienes dos.
—¿Qué coño quieres, Demetrio?
Mi molestia lo asombra al punto de dar un paso al frente, queriendo ver al final de la habitación. Estoy seguro que no encontrará nada, aunque sus ojos se mueven de un lado al otro queriendo hacerlo. Alessia de seguro sigue en el baño porque no se arriesgará a que mi hermano la vea.
Cobarde.
Y lo agradezco, porque sé qué pasaría de mi hermano enterarse que me la acabo de follar y que me la seguiré follando.
Mierda.
Si Demetrio no hubiese llegado, yo ya estaría enterrado en ella por mucho que le doliera. Quiero estar enterrado en ella otra vez.
—Cerraste el club —sisea con duda, como si fuese un gran descubrimiento—. ¿Con quién estás cogiendo?
—Que te importa.
—Sandro dijo que había llevado a Alessia de vuelta a casa porque no tuvo trabajo hoy, nunca imaginé que sería por esto.
Su carcajada invade mis oídos. La rabia sigue acumulándose en mi pecho ante la mención de la mujer a un par de metros de la que mi hermano no tiene idea.
ESTÁS LEYENDO
SALVATORE [+21]
RomanceAunque huyan, no llegarán muy lejos. Aunque se escondan, siempre los encontrarán. Y aunque recen, no habrá un lugar en el cielo para ellos. Porque no hay redención para aquellos que han nacido en el pecado incluso si nunca quisieron ser parte de est...