CAPITULO 49

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Salvatore.

Nunca imaginé que una traición de alguien ajeno a mi familia se sentiría mucho peor que una de aquellos que llevan mi sangre y que he cuidado y protegido toda mi vida.

Nunca imaginé tampoco que confiaría en alguien ajeno a mi familia a tal grado de darle la oportunidad de traicionarme, pero es lo que hice al actuar como un imbécil, dándole poder a la mujer que me mira con genuino miedo reflejado en esos malditos ojos azules atormentados que saben que la tormenta está desatándose a nuestro alrededor.

Alessia Barone.

Es un fantasma.

Alguien que no existe.

Y aún así está frente a mí, burlándose hipócritamente de la confianza que deposité en ella.

—Suéltala —sisea el hombre a mi costado que quiero degollar de una maldita vez mientras que su maldita hermana permite que las lágrimas se desborden por sus mejillas—. ¡Suéltala, imbécil!

Alessia Barone.

La maldita hija del bastardo que mató a mi padre, la que me ha estado ocultando quién es durante meses mientras se acostaba conmigo, la mujer que se burló de mí y de mi familia.

—Salvatore, puedo explicarlo —susurra en un hilo de voz—. Por favor.

—Llevo todo el día dándote la oportunidad de explicarte —reprocho, maldiciéndome con un nudo en la garganta—. Llevo todo el maldito día actuando como un imbécil al creer que tendrías el valor de decir la verdad.

—Salvatore, por favor...

—¡Sandro! —grito, mirándola con rabia—. Sácala de aquí —le exijo al hombre que entra sin atreverse a mirar a Alessia luego de enterarse de todo hace unas horas—. Llévala a la casa y enciérrala en una de las bodegas.

—Salvatore... —interviene Alessandro al entrar, apoderándose de una discusión que no le corresponde. Él también me mintió—. Hermano.

—No te metas —le advierto y no sé cómo demonios hago para contener las ganas de golpear algo cuando lo cierto es que no consigo mirar a nadie más que a la mujer que llora cuando Sandro la sostiene para cumplir mi orden.

He pasado todo el día reprimiendo la rabia, la decepción y el peso de sentirme traicionado, lo he enterrado en lo más profundo aferrándome a algo que no quiero porque me hace débil. Pero lo he hecho. He puesto de lado mi puesto por ella, por la mujer que dejo llorando tras de mí al girarme, ignorando que dice mi nombre una y otra vez.

—¡Salvatore, por favor! ¡Yo no lo sabía! —suplica—. ¡Déjame explicarte! ¡Suéltame, Sandro!

Las ganas de arrancársela de los brazos a mi hombre de confianza pican dentro de mí, pero no lo hago, sigo caminando, ignorando la punzada extraña que se me instala en el pecho y me lo traspasa como un maldito puñal que no tengo la oportunidad de sacarme antes de que el dolor se extienda por mi cuerpo como una bengala.

Alessandro me sigue cuando salgo sin querer quedarme un segundo más, no queriendo hacer esto frente a ese bastardo de Matteo Barone. Demetrio está en mi oficina principal cuando entro, caminando de un lado al otro con el archivo que me envió el investigador hace varias horas. Ni siquiera tuve que ver los videos de seguridad del hotel, cuando supe el parentesco entre ellos dos hace horas, supe perfectamente a quien buscaba.

A Alessia.

A esa maldita que me mintió hace menos de treinta minutos frente a mi gente.

No hay mucho de ella, una foto mal tomada a escondidas, un registro sucio y desechado y solo un apellido. Uno que me pesa a mí más que a ella. Me acosté con ella, me acosté con esa maldita que no ha hecho más que burlarse de mí.

SALVATORE [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora