Cuatro años después.
Alessia.
Detallo al hombre dormido a mi costado que permanece con el brazo sobre la cara, notoriamente cansado y sin ánimos de levantarse en absoluto.
Era pasada la medianoche cuando llegó anoche y solo se quitó la ropa llena de sangre y tras una ducha se durmió. No hice preguntas porque salió en todas las noticias de Italia la riña entre clubes MC que acabó con varios de los hombres aliados de Salvatore provocando que tuviera que trasladarse a Nápoles al anochecer.
Alessandro no tenía buena cara cuando lo vi hace unas horas, pero en definitiva el que peor se encuentra es Demetrio con la rabia que tiene encima.
Los problemas no han faltado estos años y, a pesar de que han tratado de rebasar las paredes de nuestra casa, no ha sido así.
Salvatore se incorpora cuando salgo del baño, vestida con un par de pantalones anchos y una blusa de tirantes, lista para la reunión que tengo con Alessandro que determinará la forma en que desviaremos la atención de lo que pasó. Los Caruso están en la mira y no precisamente por cosas buenas así que algo debemos hacer.
—¿Pudiste solucionar algo? —indago al sentarme a su lado, sintiendo la calidez apoderarse de mí cuando tira de mi mano para lanzarme sobre él.
—No hay nada que podamos hacer más que esperar a que todo pase. Julia se hará cargo de la recaudación que se viene para hacer control de daños. No somos precisamente los más amados por el gobierno de turno —alega de mala gana.
—¿Por qué no bajas y estás con nosotros en la reunión? Tal vez eso te tranquilice. Tener el control y esas cosas —trato de bromear y lo consigo porque él sonríe de lado—. O puedes hacer el desayuno, como si no fueras un mafioso que anoche abrazó a su mujer luego de matar a unos cuantos.
—No te vi quejándote —me recuerda, inclinándose un poco hasta que sus labios atrapan los míos, tomando lo que puede con rudeza y ansiedad—. ¿Y si te follo antes de la reunión?
—Salvatore, eres incorregible.
—Tampoco te veo quejándote por eso —revira, adoptando esa postura relajada que trata de mantener en la casa para que no lo vean perder los estribos aquí también.
—Matteo está por llegar, dijo que tenían algo que hablar, ¿no?
—Por lo menos tu hermano ha sabido mantener los asuntos en Irlanda lejos de los problemas en Italia —añade en calma—. Creo que viajaré pronto a supervisarlo todo.
—¿No confías en Matteo?
—La pregunta se responde sola, cara —enfatiza, enderezándose en su sitio—. ¿Dónde está Cesare?
El chillido en la planta baja seguido del estruendoso ladrido le da la respuesta que necesita, una que hace que se ponga de pie y camine a la salida en nada más que un par de pantalones de pijama que le caen por las caderas, rodeándole el maravilloso trasero del cual obtengo un vistazo mientras lo sigo con mis tacones repicando contra la baldosa.
Salvatore se cruza de brazos al ver el cabello algo largo de nuestro hijo moverse con cada salto que da para alejarse de un Cesare que viene tras él porque seguramente ese pequeño no ha hecho más que molestarlo como siempre.
—¡Papá, ayuda!
Caín busca refugio tras las piernas de su padre, abrazándose a ellas para no ser alcanzado por un Cesare que se detiene en seco al ver a Salvatore.
—¿Le estabas escondiendo el juguete otra vez, Caín? —le pregunta Salvatore, pero nuestro hijo sacude la cabeza dejando que el cabello castaño se le mueva con rapidez en su intento por salvarse—. ¿Qué te dije sobre decirme mentiras?

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SALVATORE [+21]
Storie d'amoreAunque huyan, no llegarán muy lejos. Aunque se escondan, siempre los encontrarán. Y aunque recen, no habrá un lugar en el cielo para ellos. Porque no hay redención para aquellos que han nacido en el pecado incluso si nunca quisieron ser parte de est...