CAPITULO 33

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Alessia.

Como un maldito libro abierto.

Justo así me siento ahora. Las manos me tiemblan a medida que termino de ayudar a la señora Ricci a servir la comida. Si algo sale mal, ella estará muy molesta, y no tiene nada que ver con el hecho de que hizo su especialidad, sino del hombre que acompaña a los tres hermanos Caruso en la mesa.

Beatrice no quiso tomar la palabra de almorzar con ellos, así que Julia y yo tampoco aceptamos cuando Alessandro lo propuso. Tampoco es como si quisiera estar cerca de cualquier lugar que pueda ponerme en evidencia.

Mierda.

Siento que tengo la palabra "culpable" teñida en rojo en mi frente, que Julia puede ver a través de la forma en que le esquivo la mirada desde hace unos días.

No he podido hablar con ella sin trabarme desde que me he estado escabullendo por las noches. Ella no sospecha nada, siempre lo he hecho. La diferencia es que ahora no corro en dirección a los jardines, sino al laberinto un par de veces y otras a la habitación de Salvatore o a su oficina cuando nadie me ve.

No sé que estoy haciendo, solo que me es imposible ponerle un freno a mis ganas de que me toque.

—Solo envíalo, tío —escucho la voz de Alessandro. Levanto la cabeza, temiendo dejar caer la ensalada en el gigantesco bol en mis manos—. Nosotros no tenemos problema en recibirlo.

—Si es hijo de la perra de la tía Alana, es familia —habla Demetrio soltando una risa estruendosa.

Todos lo miran así que no se percatan de que camino en dirección a ellos. Salvatore está de espaldas a mí, preside la mesa del comedor contiguo a la cocina que solo usan cuando tienen visitas. Es la primera vez que lo usan. Alessandro está a su derecha con su tío a un lado y Demetrio a la izquierda de Salvatore de tal forma que el único que me mira es Demetrio.

Casi le ruego para que no hable, pero en su lugar, avanzo mucho más lento y el camino a la mesa se vuelve eterno.

—Mi querida piernas, ya te extrañaba. —Me obligo a darle una sonrisa mientras recibo con un gesto amable el asentimiento por parte de Aurelio Caruso, su tío—. Tío, ella es Alessia.

—Ya la conocía.

Los vellos se me ponen de puntas al verme observada por todos. Incluso Salvatore lo hace, clava esos ojos profundos en mí sin desvelar más que una simple mirada larga que pone mis piernas a temblar.

—Alessia no quiso compartir la mesa con nosotros —habla Demetrio, siendo quien dirige la conversación de vuelta a él—. Le tiene miedo a Ice.

—No dudo que así sea —comenta su tío.

De nuevo, el único que ríe es Demetrio. Mi pobre cuerpo tenso seguro me expone en cualquier segundo. Todos desvían su atención entonces al menor de los Caruso y me inclino para dejar el bol en la mesa, el único camino abierto que tengo es pasando junto a Salvatore y Alessandro ya que el resto de la mesa está llena.

Aprieto los ojos cuando el embriagante olor del perfume de Salvatore invade cada espacio que intercepto.

Lo miro por encima del hombro, recogiendo los platos vacíos en el centro como me pidió la señora Ricci. Entonces me sonríe, una maldita sonrisa que paralizaría toda una avenida ante la señal de amenaza.

Mis labios tiemblan tanto como mis manos de gelatina. Retengo los platos entre las manos queriendo marcharme antes de volverme un desastre, pero todos caen a la mesa quebrándose cuando siento los ásperos dedos rozando la cara interna de mis muslos por debajo del vestido.

SALVATORE [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora