CAPITULO 34

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Salvatore.

Alessia no está molesta, está petrificada.

Y yo concibo con disgusto en mi cabeza cada pregunta absurda que saldrá de la boca de quienes nos miran con notoria incertidumbre en sus ojos.

No estoy de humor para dar explicaciones, y, a juzgar por la forma en que Alessia se encuentra buscando una salida rápida, ella tampoco.

Mis manos se cierran con fuerza ante el primer paso de Alessandro en nuestra dirección, quien no tarda en avanzar hasta llegar a la cima de la escalera clavando sus ojos en mí, los cuales fulguran con notoria dureza reflejada en ellos. Su boca permanece en una fina línea en tanto se encuentra con mi mirada al llegar al último eslabón.

Si tiene otro sentimiento arremolinándose en su sistema, no parece entusiasmado por mostrarlo. De hecho, luce casi decidido a que lo único que sea visible a nuestros ojos sea rabia.

Rabia dirigida a mí.

Y no me gusta ni un poco la forma en que me mira, como si fuese el culpable del crimen más vil en el mundo. Y sí, lo soy, pero Alessia no hace parte de ello.

—Esto no me lo esperaba —sisea Demetrio imitando a nuestro hermano en su camino. La sorpresa es reemplazada tan solo un poco por la incertidumbre al fijarse vagamente en la mujer que contiene el aliento a mi lado.

De no ver sus piernas notablemente estables, pensaría que caerá en cualquier momento. Ni siquiera se atreve a hacer algo más que mirar los dedos de sus pies, perdiéndose en el pálido azul de sus uñas perdiendo color.

—¿Qué demonios significa esto? —cuestiona Alessandro, aunque sé que tiene la respuesta en su cabeza y se niega a admitirla.

Alessia se muerde con fuerza el labio y me enojo. Está notoriamente perturbada por la situación y no sabe qué decir.

Alessandro la detalla de pies a cabeza. No sé que busca, pero no me gusta la acusación que lanza en mi dirección y me interpongo en su campo de visión al instante en que intenta obtener otro vistazo de la mujer a mi costado.

—Alessia, déjanos solos. —No es una sugerencia, es una exigencia lo que sale de mi boca porque no la quiero aquí, no cuando sé lo que viene por parte de Alessandro más que de Demetrio—. Mis hermanos y yo tenemos una conversación pendiente.

—Les pregunté a los dos qué significa esto —reitera mi hermano el correcto y sé que no lo hace por molestar a Alessia, sino que quiere saber si yo le hice algo.

Alessandro me conoce, pero es desconfiado, y ha notado cómo traté a Alessia en el pasado. Puede estar imaginando cualquier cosa aquí y en todas, quedo yo como el villano porque él siempre debe buscar salvar a alguien incluso cuando no hay peligro.

Elevo el mentón, amenazante. Sé que quiere hallar respuestas, pero no es su maldito asunto.

—Yo... —Alessia levanta el mentón entonces, luciendo peligrosamente confiada—. Solo estaba...

—Alessandro, creo que es más que obvio lo que pasó aquí anoche —establece Demetrio, dándole una mirada calmada a una Alessia que se nota que la necesita porque seguro cree que está haciendo algo mal—. Lo mejor será que nos dejes a solas, Alessia.

Ella vacila, sus dedos juegan entre ellos al tiempo que se pasa la lengua por los labios, como si quisiera decir algo y no encontrara la forma de hacerlo. Su mirada descuidada cae sobre Alessandro entonces, tal vez buscando decepción allí o rabia, y al no ver más que mil dudas, voltea hacia atrás, buscando la mía.

No sé por qué, solo asiento. Lo mejor será que se vaya.

Nuevamente, tarda en encontrar una acción que a su cerebro le parezca correcta. Veo en sus ojos la necesidad de quedarse, pero como si de una orden por nuestra parte se tratara, comienza a bajar los escalones sin mirar atrás, pero de forma lenta, bajo la atenta e inquisitiva mirada de Alessandro sobre ella.

SALVATORE [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora