CAPITULO 60

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Varios meses después.

Salvatore.

Mis hermanos y yo nunca hemos sido de celebrar las "fechas especiales". Demetrio hace fiestas en sus cumpleaños, Alessandro se va de viaje y yo permanezco encerrado porque odio al mundo en general.

La Navidad, el año nuevo y otras ocasiones que otros les importan, para nosotros pasan desapercibidas también por lo general, pero supe nada más diciembre inició, que este año iba a ser diferente a los anteriores.

Alessia tenía todo listo para decorar la casa y Julia se aprovechó de eso para apoyarla al igual que Beatrice. Alessandro estuvo de acuerdo, Demetrio se burló y yo lo ignoré. Así es más fácil de hacerme a la idea de que sin lugar a dudas mi vida ha cambiado demasiado en el último año.

En unas horas será 2023 y mi casa parece un jodido comedor comunitario con tanta comida en la mesa principal que siguen organizando las tres mujeres que mientras lo hacen, no dejan de parlotear, sin percatarse de que las miro desde el arco que da a la cocina.

—¡A ti quería verte! —resopla enojada Alessia al darse cuenta que estoy cerca.

Frunzo el ceño al momento en que se aproxima con las manos en jarra, dejando a la señora Ricci igual de confundida que a Julia. En este punto, ya me acostumbré.

Ruedo los ojos cuando me toma de la mano y con paso decidido nos guía a mi oficina donde sorpresivamente la tira con tal fuerza que realmente creo que está enojada.

—¿Y ahora? ¿Por qué estás molesta? —inquiero, escondiendo la carcajada que amenaza con salir cuando me siento al borde del escritorio y su respuesta es mirarme como si quisiera que la tierra bajo de mí se abriera y me tragara.

—¡Le dijiste a Alessandro que no aprobabas el cierre del club que claramente tiene que cerrar, Salvatore! —explota y voy entendiendo de qué se trata su intento de conversación, el mismo que intentó tener anoche en vano porque tuve que quedarme en el club—. ¡No te rías!

—Alessia, el club no cerrará —dictamino—. No puede cerrar.

—Tiene que cerrar, Salvatore. La policía lo tiene en la mira y si...

Me relajo un poco, más de lo que ya lo estoy, al notar que su furia se enciende porque al igual que siempre desde que comenzó a trabajar en la administración, quiere tener la maldita razón.

Y como me prende cuando me refuta con decisión a cualquiera de las cosas que cree que le afectarán en su trabajo. A veces solo voy en su contra para verla así, dispuesta a gritarme para dejar en claro su punto, justo como cuando nos conocimos.

Han sido unos meses manejables y en los que trato de acostumbrarme al hecho de que a veces le importa más su trabajo que yo y tengo que buscar formas de dejarlo a un lado al igual que su enojo cuando lo intento.

—Es tu trabajo evitar que el club cierre, cara —le digo y el semblante se le relaja al percatarse de la forma en que la llamo—. Para eso te pago, ¿no?

—Te estoy dando una solución, Salvatore.

—La solución no es cerrar, Alessia —le advierto y esta vez espero que entienda que no cederé en esto—. Necesito que busques otra alternativa porque ese club es mi puente de acceso a los malditos elitistas de esta ciudad y si cerramos, tendré que buscar otro.

—¡Pues buscas otro y ya!

Suelto una carcajada por la forma en que me mira y abre los ojos como si fuera obvio lo que dice. Aún tiene un largo camino por delante, pero esta conversación no la tendré más.

SALVATORE [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora