CAPITULO 25

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Salvatore.

No sé cómo lidiar con las sensaciones que rara vez he sentido.

La furia ante esas amenazas son la mejor forma que he encontrado con el paso de los años.

Y me había funcionado de maravilla hasta ahora.

Hasta esa maldita mujer que no me deja concentrar en nada más que no sea ella incluso cuando no la tengo al lado.

La voz de mi hermano menor se pierde en las paredes porque no le presto la más mínima atención. Mi falta de una respuesta alerta a Alessandro al otro lado del estudio, pero no levanto la mirada de mi computadora dónde la figura de Alessia se pierde seguida de Cesare pisándole los talones haciéndome desviar mi atención de la cámara que da a la sala a la que despliega una vista de la terraza dónde la localizo de inmediato.

El jodido perro obtiene más atención de su parte que cualquiera en esta casa.

—Mierda, Salvatore, ¿puedes prestarme atención por una vez en tu puta vida? —sisea Demetrio, fastidiado de haber repetido lo mismo varias veces seguramente.

Alessandro se pone de pie entonces, veo el leve movimiento por el rabillo del ojo y presiono el botón que apaga de inmediato la pantalla de mi ordenador sabiendo que tengo dos pares de ojos confundidos sobre mí.

Dos manos se clavan con fuerza en el borde del escritorio, le doy mi mejor cara de póker a Alessandro y me incorporo, igualando su postura mientras Demetrio parece estar en un juego de tenis sin saber a qué lado mirar.

—¿Qué demonios pasa contigo? —inquiere sin cautela alguna Alessandro.

Por lo general no pregunta sino que averigua por su cuenta, pero el hecho de que no salgo mucho más que al club a lidiar con los imbéciles le limita las opciones a las que acudir. Sé que tienes sus ojos en mí, su necesidad por saberlo todo nos ha costado vidas y dinero en el pasado, y ahora, a pesar de que es más práctico al momento de conseguir información, no duda en acudir a medios no convencionales para hacerlo.

—¿Terminamos este intento de reunión?

Desestimo su pregunta con una sonrisa despectiva, como si no tuviera mil ideas atoradas en mi cabeza. Las mierdas en mi cabeza no son cosas que me gusta compartir con nadie, mucho menos con mis chismosos hermanos que parecen viejas de barrio pegadas a la ventana cuando creen que algo sucede conmigo.

—No.

Demetrio corta su intento por levantarse al momento en que nuestro hermano habla, incluso deja salir libremente un ceño fruncido. A Demetrio le importa una mierda lo que nos pase a ambos siempre que eso no signifique que alguno está en problemas, pero Alessandro es otra jodida historia. Él siempre quiere arreglarlo todo, incluso aquello que no tiene forma de enmendarse.

Y no es como si pudiera decirle lo que realmente taladra mi cabeza sin piedad a cada segundo. No cuando la protagonista es la jodida mujer que me metió en la casa, en la vida y a la que protege con tal ferocidad que sigue causándome rabia el verlo cerca de ella.

No puedo solo decirle a mis hermanos que aunque no quiero, por mi cabeza no deja de pasar su rostro desencajado y su mirada desconcertada cuando la rabia fue más fuerte que mis ganas de follármela y la dejé en medio de la oscuridad cuando solo quería levantarle el vestido y cogérmela para sacármela de la cabeza de una jodida vez.

No pude.

La tengo incrustada con mucha más fuerza en la mente desde entonces. La he evitado con rabia desde entonces. Y lo hago porque aún quiero follármela.

Pero las ganas de matarla al recordar sus jodidas palabras no me dejan hacerlo.

Ella no conoce ni la cubierta de lo que soy, no es nadie para venir a opinar de mierdas que no le incumben cuando solo está bajo mi techo porque yo lo permito, porque mis ganas de cogérmela no me dejan vivir tranquilo y quiero sacármela del puto sistema.

SALVATORE [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora