Salvatore.
El club atestado de personal no me aturde al llegar como seguramente les sucede a otros. Las luces de neón no me ciegan como cuando era niño y acompañaba a papá a escondidas de Alessandro para que no llorara.
Yo me quedaba en los rincones, y cuando tuve la oportunidad, metía a mis hermanos en la cajuela para que padre no se diera cuenta que los escabullía dentro de un club lleno de alcohol y mujeres desfilándose con escasa ropa.
No lo entendía en ese momento, y para cuando comprendí que moralmente lo que hacía estaba mal, ya no tenía moral para sentirme culpable.
—Iré a la parte trasera, no sé a qué demonios vinieron ustedes, pero manténganse fuera de mis asuntos —les advierto a mis hermanos al entrar tras ellos a Inferno.
No vengo mucho por aquí, es el club que menos frecuento ya que Alessandro se hace cargo de todo y es demasiado elegante y prestigioso como para llenarlo de sangre y espantar a la clientela con los negocios que normalmente llevo a cabo en mis oficinas, o en los callejones aledaños.
Espero una replica por parte de Demetrio o una mala mirada por parte de Alessandro, pero mis hermanos no me dedican ni un poco de atención como normalmente lo hacen ante una orden que los restringe.
No. Ellos ni siquiera parecen haber escuchado lo que yo les dije, porque cuando los miro, sus ojos están lejos de mí, muy lejos.
Sigo la dirección de sus ojos y no sé si es un maldito impulso que desborda mi rabia o qué mierda me pasa, pero siento mis dientes a punto de quebrarse ante la presión cuando aprieto la mandíbula al detallar la delgada figura que les devuelve la mirada y las sonrisas a lo lejos.
Hasta que sus ojos caen en mí.
Y no son los ojos de un cordero asustado, sino de incertidumbre y reto. Como si tuviese algo de rabia al verme.
—Salvatore.
—Un minuto tienes, Alessandro. —Mi voz le cierra la boca—. Y más te vale que camines rápido porque ya comenzó a contar.
Me infiltro entre las personas, sin detenerme en la barra. Sandro se mantiene pegado a ella y yo rápidamente enciendo mi computadora al llegar a mi oficina, enfocando las cámaras que dan a la barra mientras escucho la puerta cerrarse.
—Yo no te pedí que vinieras, Demetrio —siseo sin mirar nada más que la pantalla donde Alessia habla con Sandro, luciendo más cómoda con él que la última vez que los vi juntos.
Cierro mis manos con fuerza, mis nudillos tiemblan tanto como lo hace mi cuerpo al verla invadiendo algo más que mi casa.
Mis putos negocios.
—Si vas a regañar a Alessandro, el regaño va para mí también. Estuve de acuerdo en que Alessia trabaje aquí.
Levanto la mirada. Ninguno de mis hermanos luce culpable ante la forma en que pasaron por encima de mí para enviar a Alessia aquí. Claro que no me di cuenta en lo absoluto de su ausencia, estaba demasiado ocupado evitando topármela para no perder la poca cordura que me queda con ella.
Alessandro cruza sus brazos sobre su pecho, creyendo que sus ganas de ser el héroe de esa chica lo van a llevar a un punto de salvación o redención conmigo. No está ni cerca de ese lugar porque solo quiero golpearlo hasta que la saque de nuestras vidas.
No quiero a Alessia cerca.
No cuando se está metiendo en mi maldita vida más de lo que debería y yo se lo estoy permitiendo.
—No estoy para tus putos chistes, Demetrio.
—No es un chiste, Salvatore. —Se planta frente a mí sin demostrarme gracia alguna en su voz—. Te advertí que te alejaras de ella.

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SALVATORE [+21]
RomanceAunque huyan, no llegarán muy lejos. Aunque se escondan, siempre los encontrarán. Y aunque recen, no habrá un lugar en el cielo para ellos. Porque no hay redención para aquellos que han nacido en el pecado incluso si nunca quisieron ser parte de est...