CAPITULO 59

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Alessia.

Sé que Salvatore está en la propiedad porque vi su auto estacionarse en la entrada hace poco más de veinte minutos.

Sin embargo, él no aparece en mi habitación y, por lo que intuyo al escabullirme escaleras arriba, tampoco está en la suya.

Sé donde está, incluso aunque él no me lo ha dicho. Anoche me adentré en su oficina, buscándolo, y su computadora estaba encendida con las cámaras abiertas.

Sin embargo, también sé que los ojos están en mí y que si piso la entrada principal para salir, le avisarán; así que, me escabullo a la cocina, queriendo usar la puerta que se encuentra allí y que da al exterior, solo para resignarme al ver a la mujer bebiendo café en uno de los taburetes del centro.

—¿Se te perdió algo, señorita? ¿No deberías estar dormida ya?

Apunta mi bata de dormir con la taza de café, ocultando una sonrisa cuando ruedo los ojos. Sé que ella tiene conocimiento de mis escapadas nocturnas que se limitaban solo a recorrer la casa. He salido con Julia durante el día, pero por las noches es algo difícil que acepten que recorra todo.

Sé que se preocupan por mí, pero a veces, comienza a ser sofocante.

—Busco a Salvatore —me animo a decir, despertando su interés.

La señora Ricci deja el café a un lado, escudriñando mi rostro. Sé que tengo la preocupación y la incertidumbre tallada en la cara así que no trato de esconderla, no cuando realmente quisiera que alguien me diera una respuesta de lo que pasa por la cabeza de ese hombre.

—Pensé que las cosas estaban mejorando entre ustedes —divaga y sé, por la forma en que aparta la mirada, que ni ella se cree esas palabras.

Cuando las cosas estaban bien, Salvatore venía seguido a casa, no pasaba todo el día fuera intentando que yo no lo encontrara. Este juego del gato y el ratón comienza a agobiarme y peor aun la manera en que sé que quiere protegerme y usa a otros para hacerlo porque no quiere acercarse a mí más que para dormir.

—¿Sabe qué le pasa? Sé que se siente culpable por lo de mi padre, pero lo hablamos y le deje claro que no es su culpa —me expreso, asumiendo el control de la conversación—. No sé qué más hacer para tenerlo de vuelta porque este no es el hombre que yo quiero conmigo, no el que ni siquiera me mira o me toca.

La señora Ricci palmea la silla a su lado, invitándome a sentarme. Vacilo un poco porque quiero ir tras Salvatore, pero también deseo un consejo de alguien que lo ha conocido desde siempre.

—Para un hombre como Salvatore es muy difícil perder el control de las cosas —comienza, clavando los ojos en mí con sutileza—. Cuando eso pasa, su reacción tiende a ser diferente a la esperada. Salvatore se siente culpable porque desde que es un niño su deber ha sido proteger a su familia y su organización y no ha fallado. No hasta que pasó lo de tu padre.

—Pero eso no fue su...

—Él cree que sí fue su culpa, Alessia. Cada acción, tiene una reacción. Cada causa, una consecuencia —establece, sin siquiera vacilar—. Salvatore cree que el resultado de que te sacara de aquí fue que Francesco te encontrara, para él no hubo otras variables, para él todo pasó porque él cree que actuó mal.

—No sé de qué manera decirle que no es así. —Mi voz cae porque realmente siento cada palabra.

—Y no hay forma de hacerlo, Alessia. Salvatore no es un hombre de palabras. Puedes decirle mil veces que algo no te duele y aún así él creerá que te duele. Él es de los que tiene que hallar la forma de solucionarlo por su cuenta, con acciones, las mismas que derivaron en una consecuencia fatal.

SALVATORE [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora