CAPITULO 32

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Alessia.

—¿Estás segura de que estás bien?

Asiento casi como un robot destinado a solo hacer ese movimiento. Ni siquiera consigo mirar a Julia a la cara, no cuando lo único que ha salido de mi boca en los últimos minutos han sido mentiras para cubrir la cruda realidad que me rodea ahora.

Me acosté con él otra vez, dejé que me tocara otra vez.

Y solo he pensado en la posibilidad de que lo vuelva a hacer.

Han pasado tres días conmigo tratando de evitarlo, ni siquiera puedo decirme a mí misma que se trata de una idea pasajera de mi cerebro porque mi cuerpo reacciona cuando pienso en él.

—Como digas, Alessia, solo sé que estás rara desde hace días.

—Mucho trabajo en el club —sigo mintiendo.

Julia me mira, no parece que mis palabras la convencen, pero las acepta, apretando mi hombro.

—Entonces deja de trabajar en el club o baja el ritmo. —Muevo la cabeza en confirmación como si fuese a hacerle caso. Julia sonríe esta vez—. Te espero en la casa, ¿estás segura de que terminarás tú?

—Julia, ni siquiera estás haciendo nada, puedo hacer esto —río un poco, limpiando la barra de la cocina.

—Te estaba dando apoyo moral.

Niego con diversión al verla contonear sus caderas camino a la salida. Son poco más de las ocho y la señora Ricci se marchó temprano a dormir porque tenía dolor de cabeza. Julia y yo nos encargamos de la cena de Alessandro y Demetrio lo cual me hizo agradecer a Dios porque no tendría que ver a Salvatore al estar por fuera.

Entre el trabajo en el club, sus viajes por fuera de la ciudad y mis apuestas con Julia sobre quien lleva la comida y en las cuales he hecho trampa para ganar, he tenido un respiro para pensar.

No me ha servido de mucho a decir verdad porque una vez que ese hombre entra en mi cabeza para rebobinar los contras de acostarme con él, solo termino pensando en los pocos puntos a favor que me hacen caer en el peligro al ceder.

La cocina está impecable para cuando finalizo y organizo los platos tras secarlos. Anoche en el club también fue un día largo, pero no como hoy aquí. Hacer las tareas de la señora Ricci con Julia me desgastó. Nunca había pensado en lo mucho que trabaja esa mujer hasta que hice su trabajo.

Termino de acomodar las cosas, dejando a un lado el delantal.

Doy un paso atrás al girarme en dirección a la puerta de empleados al costado de la cocina. Mi espalda choca contra la barra al encontrarme con los ojos divertidos y depredadores de Salvatore Caruso clavados en mí.

¿Hace cuánto está aquí?

Trago saliva, mojando mis labios al notar sus ojos caer para barrer mis piernas desnudas. A pesar del vestido hasta mis muslos, es como si estuviese viendo a través de la tela mientras me repasa.

No dice nada aunque lo espero. No hay comentario rápido y la sonrisa se le borra de los labios. Avanza, llevándose consigo todo el aire de la cocina, o así lo siento porque dejo de respirar bien.

No vuelve a mirarme, pero no me muevo, es como si mis pies estuviesen pegados al suelo porque por mucho que mi cerebro me grita que corra, mi cuerpo no reacciona más que a su cercanía una vez roza mi brazo para llegar al refrigerador.

Ahogo un suspiro al morder mis labios al punto de sacarme sangre por la presión. Lo detallo, está inclinado buscando una cerveza que saca rápidamente antes de abrirla y llevársela a los labios, tragando sin mirarme.

SALVATORE [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora