Capítulo 42

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Mis ojos se abrieron, pero todo se difuminaba, como esas veces que te despiertas aún con sueño. No sabía dónde estaba y al intentar abrir con fuerza los párpados, más estos se cerraban ante el cansancio y el peso. No tuve más opción que quedarme en esa posición recostada unos minutos. Mi cabeza estaba mareada en el vacío, experimentando una sensación de movimiento inexistente, en mi interior, la mirada se movía de forma errática hacia todas partes cómo una pelota que bota sin parar y eso estuvo a punto de dejarme revuelto el estómago de no ser porque me forcé a mí misma a enfocarme en algo, lo que fuera. Tanto movimiento me desesperaba de tal manera que ni siquiera tuve la oportunidad de decidir en qué iba a pensar, y eso alargaba más el proceso.
No obstante, ese algo llegó finalmente; recordar. Me sentía cómo si me hubiese despertado después de acostarme para dormir, aunque dadas las circunstancias no parecía ser este el caso. Quise con todas mis fuerzas volver a lo que había pasado, pero por más que apareciera frames vagos y confusos de lo que antes fue, parte de mí se preguntaba si aquello era producto de mi imaginación. Un sueño.

Respiré hondo y abrí los ojos. Esta vez las imágenes que veía aparecían claras y el mareo había cesado, aún cuando en el fondo siguiera con una debilidad interna.
Me encontraba en una habitación sin ventanas, con paredes de apariencia metálica y en tonos oscuros aunque brillantes.
Me erguí para darme cuenta de que me encontraba en una cama. Esta no tenía sábanas, ni siquiera una almohada. La textura del colchón de espuma barata y fina, útil pero demasiado decadente. Intenté deslizarme hasta el borde de la cama, sin embargo el ruido del esqueleto que sujetaba la espuma sobresaltó mis sentidos en todos sus aspectos. El movimiento que esta siguió ejerciendo me mantuvo alerta, era incómodo y ruidoso, aunque el simple planteamiento fuera de lo más irrelevante dada la ocasión.
Aquel sitio se asemejaba a una celda y solo el pensamiento de aquello me asustaba. Me sentía cada vez mas nerviosa ante el silencio de la estancia.
Llevé mis pies hacia el suelo, sólido como una roca, y agradecía estar vestida y con zapatos. Saber que seguía con mi propia ropa puesta era un gran alivio y habría sido horrible pensar que pudiera estar desnuda o con algo que yo no hubiera aceptado ponerme.

Toda la pared y el suelo parecían seguir un mismo patrón que se asemejaba a una placa base de un ordenador. No había una lámpara en el techo, todo era retroiluminación que venía de todas partes y eso me dejaba aún más confusa. Era lo suficientemente oscuro y a la vez visible para poder ver todo con detalle.
La tecnología de aquel lugar era avanzada, aunque no se podía decir lo mismo de los objetos que se añadieron después, cómo la cama y unas cámaras de vigilancia, que extrañamente no había notado hasta entonces. Había una en cada esquina y, gracias al ruido que hicieron y a su pequeña luz roja, pude verlas en todo su esplendor. Estas seguían mis movimientos por el sitio dándome escalofríos en la nuca a cada paso y ese típico sonido automático martilleaba mis los oídos.
Se me apretó la garganta y me acerqué a la única puerta de metal que había:

-Mierda, no se abre -zarandeé el picaporte con fuerza, perdiendo la calma instantes antes de ponerme a dar portazos y gritar de la manera más controlada que pude- ¡¿Hola?!, ¿¡Hay alguien!?, ¡¿Quién sea?!, ¿¡Dónde estoy?!

Cesé tras hacerme daño en los muñones, la puerta parecía hecha de acero y parecía que nadie me podía escuchar desde el otro lado.
Fue entonces cuando un amargo recuerdo del pasado marchitó mi cuerpo de un segundo a otro. Estar encerrada de esta manera y sola me hizo pensar que volvía a estar atrapada con aquella gente con batas blancas. Sin embargo, cerré los ojos con fuerza y respiré hondo, aquello ya era historia y necesitaba ser fuerte y seguir con la mente enfocada en salir de allí.
Entonces, antes de poder usar mis poderes, una voz atrajo mi atención.

Al darme la vuelta, varias pantallas habían aparecido entre la línea divisoria entre las fachadas y el techo. Al parecer, gracias a su diseño tan extravagante, estas se mantenían ocultas a la vista, transformando una estancia cúbica, en una sin esquinas pronunciadas:

La Verdadera Fuerza (Garou y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora