CAPITULO 19 - NO ME PLATIQUES MAS

188 19 3
                                    

Cuando Victoria despertó el doctor del canal la estaba atendiendo, estaba confundida, no sabía lo que había pasado, cuando miró hacia un lado vio la expresión de desesperación de César, quería decir algo, pero aún se sentía mareada, cansada, respiraba con dificultad.

— Victoria, ¿puedes hablar? — preguntó el médico.

— ¡Sí! — Ella susurró.

— ¿Que estás sintiendo?

— Solo un poco mareada.

— Tienen un poco de agua. — El médico le entregó una botella de agua, que bebió lentamente.

— Ya me siento bien. — Ella susurró.

— ¿Estás segura? tuviste una caída en la presión arterial. — explicó el médico.

— Creo que trabajé más duro de lo que debería hoy, pero ahora estoy bien, gracias.

Cesar todavía la miraba con aprensión.

— Victoria, te despido por hoy, ve a casa y descansa y cuida tu salud. — dijo Salvador Mejía.

— Gracias. — murmuró, sentándose con la ayuda del doctor. — Gracias a ti también, te juro que ya estoy muy bien. — le dijo Victoria al doctor.

—¿Siempre tienes estos desmayos? — preguntó el médico.

— ¡No! Es decir, en las últimas dos semanas me desmayé dos veces, pero ayer fui al médico, no es nada.

— Te ayudaré a llegar al camarín. — Dijo su asistente.

El asistente la ayudó a levantarse, todavía estaba un poco mareada, pero logró caminar. Cuando pasó junto a César solo lo miró y le dedicó una simple sonrisa. Él entró en pánico, quería cuidarla, saber qué había pasado, si estaba bien, si se había desmayado por la locura que había hecho en la mañana, pero Mejía le pidió que siguiera grabando.

*Camarín Ruffo*

Victoria estaba acostada descansando, cuando tocaron la puerta, su asistente fue a abrir y vio que era César.

— ¿Cómo está ella? — Le preguntó.

— Mejor.

— Hola César. — Victoria dijo cuando escuchó su voz.

— Oye. — Él se acercó a ella. — ¿Estás mejor?

— Sí, gracias por la preocupación, pero no tenía que venir aquí.

— Victoria... — Ella mira a su asistente y él se calla.

— Puedes irte ahora, la llevaré a casa. — Dijo César a la asistente.

— No, César, todavía estás trabajando y mi hermana ya viene a buscarme.

— Mejía ya me liberó, y me aseguraré de llevarte.

Victoria sabía que él no cambiaría de opinión, así que decidió aceptarlo.

— Puedes irte ahora, gracias. — Dijo Victoria a la asistente, quien se despidió de ambos y se fue.

— Vamos, te ayudaré a levantarte.

— Vamos, estoy bien. — Ella se levantó sola.

— No te imaginas el susto que me llevé cuando te vi inconsciente. Estaba tan desesperado. Te sentiste mal por lo que pasó esta mañana, perdóname. — Él tomó su mano y la besó.

— No lo creo, trabajar sin parar es lo que me hizo sentir mal, me he dado una buena ducha y ahora estoy lista para otra.

— Mejía se puso duro hoy.

LA TEKILA - HISTORIA DE VICTORIA Y CESARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora