CAPITULO 56 ─ LABIOS COMPARTIDOS

224 22 9
                                    

Miércoles, 8 de junio de 2005.

César iba conduciendo hacia el televisor cuando sonó su celular, redujo la velocidad para poder contestar.

─ Hola.

─ Hola.

César sonrió justo cuando escuchó la voz pronunciando esa palabra.

─ Buenos días, amor de mi vida.

─ Buen día, amor. ¿Donde estas? ─ Preguntó Victoria.

─ Llegando.

─ Dos cosas que decirte. Primero, tenemos el día libre.

— ¿Un día libre en la recta final?

— A mí también me sorprendió, pero eso es lo que me acaba de decir Chava.

— Entonces, no nos quejemos.

─ Obviamente no. Por eso tengo una propuesta.

César sonrió. ─ ¿Propuesta indecente?

Ella río. ─ ¡Pervertido! ¿Vas a tardar?

— No, ya en Adolfo.

— Te espero en el estacionamiento.

─ Tu mandas.

─ Siempre.

César sonriendo, apagó su celular y condujo más rápido, estaba ansioso por saber qué tenía planeado Victoria.

Como ella había dicho lo estaba esperando en el estacionamiento, Victoria ni siquiera esperó a que César apagara el auto y se subiera.

— Hola, dama misteriosa.

─ Vamonos.

─ ¿Así? ¿Sin siquiera darme un beso primero?

Victoria sonrió y se inclinó para besarlo, luego de un beso rápido, intentó alejarse, pero César fue más rápido y la abrazó para profundizar el beso.

— Ahora puede empezar el día. — Dijo contra sus labios.

Victoria sonrió, porque el día podría empezar para ella también.

— ¿Adónde vamos, amada mía?

— Primero, vayamos en mi auto.

─ ¿Y el mío?

─ Ya lo solucioné. También tengo mis contactos, señor.

César se río. ─ No dudo.

La pareja cambió de coche al de Victoria, que estaba al lado. Y se dirigieron hacia el destino que sólo Victoria conocía.

***

Mientras Victoria dirigía y cantaba las canciones que sonaban en la radio, César ocupaba su tiempo de otra manera.

— Vida, me estás distrayendo. — Dijo Victoria al sentir la mano de César subir por su muslo por quinta vez.

— Sólo estoy haciendo que nuestro viaje sea más divertido.

Victoria rápidamente lo miró sonriendo y él le guiñó un ojo.

— Y no me dijiste adónde vamos. Ya casi estamos cruzando la frontera de Morelos. ¿Secuestrarme, señora?

─ Y sin demanda de rescate.

— No quiero que me rescaten.

César fue más atrevido esta vez y metió su mano dentro de la blusa de Victoria, sin prestar atención a sus protestas, continuó con su mano acariciando su vientre y subiendo.

LA TEKILA - HISTORIA DE VICTORIA Y CESARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora