CAPÍTULO 60 - REGRESA A MI

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César la atrajo hacia sí y la besó profundamente en los labios. Su lengua se deslizó con urgencia, incitándola, mientras él la devoraba con ansias. Ella sintió la presión de su deseo contra su abdomen y, de repente, rompió el beso. Un gemido escapó de los labios de él, y ella, jadeando, susurró:

― Gracias por amarme.

— Gracias por volver a mí.

César rodeó su cintura con ambas manos y la besó con pasión, encajando su entrepierna entre sus piernas. Inclinándose suavemente, la levantó y la recostó sobre el colchón. Su corazón latía con fuerza, anticipando el placer que estaba por venir. Deslizó los tirantes de su sujetador, exponiendo sus pechos, y su boca capturó un pezón, soplando aire caliente sobre la piel fría y provocando que se endureciera bajo su lengua.

― Hmm... — murmuró ella, pasando los dedos por su cabello.

César continuó provocándola, trazando círculos alrededor de su pezón con la lengua. Ella arqueó la espalda y tiró de su cabello, deseando darle mejor acceso. Finalmente, él la complació, chupando con más fuerza. Mientras su boca se dedicaba a un pecho, su mano acariciaba el otro. Victoria se tocó, sintiendo el calor y la humedad que crecía entre sus piernas. La fricción le brindaba alivio, pero ella anhelaba los dedos, la lengua y el cuerpo de César.

Sobre la tela de la lencería, él besó su abdomen. Justo cuando llegó a la zona entre sus piernas, desvió su atención, comenzando a besar y lamer la piel de su muslo expuesto.

Ella gimió en señal de protesta.

Él la miró con una sonrisa burlona.

― ¿Quieres que te bese en otro lugar?

Levantando las caderas, ella respondió:

— Sabes lo que quiero... quiero todo de ti.

― Paciencia, mi amor.

― No puedo más. — murmuró ella.

En un instante, ella se apartó de él. La sorpresa se reflejó en el rostro de César cuando ella se dio la vuelta y lo montó a horcajadas. Deslizó sus uñas por su pecho, deteniéndose justo en el borde de su ropa interior. Él contuvo el aliento mientras ella dejaba que sus manos exploraran sus muslos, tocando la piel de su pene. Él levantó las caderas, provocando una sonrisa en ella.

― Oh, ¿quieres que te toque en otro lugar?

Con un gemido, él la levantó por el trasero y la puso de rodillas. Deslizándose por el colchón, acercó su boca a su entrepierna y dejó que su lengua recorriera la fina tela de sus bragas. Ella inhaló con fuerza cuando él tocó su clítoris. Incluso a través de la tela, la sensación la consumía. Luego, él añadió más presión y ella comenzó a empujar sus caderas contra su rostro, cerrando los ojos para concentrarse en cada movimiento de su lengua. Cuando él se apartó, ella gimió, pero él continuó besando sus muslos.

Incorporándose, ella tomó las manos de César y las llevó hasta sus bragas, deslizando la tela por sus muslos hasta quitárselas por completo y lanzarlas al suelo. Guiando su erección hacia su ingle, descendió sobre él lentamente, sintiendo cómo la llenaba centímetro a centímetro. Cuando estuvo completamente dentro, ella se sentó en su regazo. Levantando las rodillas, apoyó los pies en la cama, permitiendo que César la contemplara por completo mientras se movía sobre él. La presión dentro de ella comenzó a acumularse, y aceleró sus movimientos. El sonido de sus cuerpos chocando resonaba en la habitación.

Cuando César tocó su clítoris, ella se dejó llevar por un intenso orgasmo, gimiendo de placer. Él siguió moviendo sus caderas hasta que también alcanzó el clímax poco después.

LA TEKILA - HISTORIA DE VICTORIA Y CESARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora