CAPITULO 41 - PERDONA

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Miércoles, 5 de enero de 2005.

Luego de las fiestas de fin de año, comenzó un nuevo año y con él un nuevo ciclo, con nuevas oportunidades, nuevos comienzos, nuevos planes y la expectativa de que será mejor.

Victoria llegó temprano, la producción había organizado un desayuno para celebrar el regreso de las grabaciones. Y ella quería ir a maquillarse antes, para no llegar tarde.

*Camarín Ruffo*

La actriz entró y su camerino estaba completamente ordenado, sin embargo, destacaron dos cosas. Una sola flor azul junto a un café.

Tomó el café y bebió un poco, aún estaba caliente, significaba que César acababa de estar allí. Por supuesto que él fue quien hizo esto. También había una hoja de papel al lado de la flor.

"Que tu nuevo año sea espléndido.
Tu gran amigo, César Évora."

"Gran amigo"

Victoria leyendo esto no supo si reír o llorar. ¿Qué clase de amigo era ese?

***

*Recepción del Foro*

Allí se servía el desayuno para celebrar el regreso a la grabación. Victoria, que ya estaba producida para grabar, se unió al grupo.

— ¡Mira quién viene! — Dijo Mauricio quien llamó la atención de todos hacia Victoria. — El rojo te queda muy bien, mami.

Ella río. — Gracias. Buenos días a todos.

Los presentes respondieron, incluido César.

— Aprovechando que mis padres están juntos. ¿Por qué no fuiste a la confraternización?

César y Victoria se miraron como preguntando: ¿tú no fuiste?

— Iba a hacerlo, pero mis bebés tenían un poco de náuseas, así que tuve que quedarme. Lo siento todos. Pero espero que te hayas divertido. — se justificó Victoria.

— ¿Y tú, César? — preguntó Sabina.

— Mis hijos no son bebés, pero vinieron a pasar las vacaciones conmigo y no los podía dejar.

— Ambos están perdonados. Pero tendrán que comprar el almuerzo para todos nosotros. — dijo Jacqueline.

— Tía oportunista. — bromeó César.

Y todos empezaron a reír y luego a disfrutar de su desayuno.

César buscó la mirada de Victoria, pero ella siempre estaba hablando con alguien y no lo miraba, o eso creía él, hasta que él miró y ella se alborotó el cabello y ladeó la cabeza, sus ojos se encontraron, Victoria esbozó una sonrisa y parpadeó, ella estaba sola y era la señal perfecta que necesitaba para acercarse.

— Hola, señora Ruffo.

— Hola, señor Évora. Gracias.

— Por?

— Tu sabes.

Él sonrió, por supuesto que lo sabía, pero quería escucharla hablar.

— ¿Te gustó?

— Café, sí.

— ¿Solo?

— ¿Cuál es el significado de la flor... mi gran amigo?

César soltó una carcajada.

Y todos lo miraron.

— Señora Ruffo tan temprano y contando chistes. — Se lo dijo a todo el mundo.

LA TEKILA - HISTORIA DE VICTORIA Y CESARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora