CAPITULO 39 - A PESAR DE TODO

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Miércoles, 22 de diciembre de 2004.

— ¡Mamita! — Victoria, al escuchar el grito de Mauricio, volteó a verlo.

Venía del pasillo de los camarines.

— Hola mi amor. — Mauricio, cuando se acercó, la abrazó.

— Buen día. Ya hablamos con Salvador, él cree que es mejor que nos reunamos en un restaurante.

— ¿Cuándo?

— Mañana.

— ¡Bien! Ahora toca ver si la gente puede ir.

— Voy a hablar con Jaque, la gente presta más atención... ya sabes, cierto... —se río Victoria. — O si habla la madrastra, será una orden.

— Yo no. — Victoria hizo una mueca y ambos se echaron a reír.

*****

*pausa para almorzar*

Todos los actores que formaban parte de la familia San Román estaban presentes y Victoria, como todos bromeaban, aún no era oficialmente la madrastra, aún debía casarse.

Habían terminado de grabar las escenas por la mañana, se estaban organizando para que todos pudieran ir a almorzar.

César estaba en la esquina de la habitación hablando con un grupo de personas cuando un grito resonó en el lugar, rápidamente reconoció que ese grito era el de Victoria, el pánico creció dentro de él y volteó a verla.

Estaba pálida, incapaz de moverse, terror en sus ojos. César, casi corriendo, cruzó la habitación, cuando llegó a su lado pudo ver lo que provocó ese grito: Un escorpión.

Recordando muy bien el miedo irracional de Victoria a los escorpiones, César la abrazó. Tan pronto como la abrazó, ella pareció volver a la vida y comenzó a treparse sobre él presa del pánico.

— ¡Deja de gritar, Victoria! O me quedo sordo. — Sin embargo, no había manera de detener esa fobia irracional. — Está bien. Estoy aquí. — Él la abrazó mientras ella se aferraba a su cuello con tanta fuerza que casi le impedía respirar.

A pesar del intento desesperado de Victoria de subirse a sus piernas, César logró alejarla del escorpión.

— Ya sacaron el escorpión de aquí.

Victoria no pareció escucharlo y siguió aferrándose a él.

— Victoria... Mi amor. — él susurró. — Mira, aquí no hay más escorpiones.

Cuando su declaración tuvo algún efecto, ella se calmó y sus pies dejaron de agitarse. César automáticamente la besó en la frente para calmarla.

César contuvo el aire en sus pulmones. El cálido aliento en su cuello y la suavidad de su cuerpo contra el de él era un tormento. Victoria jadeó de alivio y se relajó un poco en el abrazo, incluso mientras continuaba aferrándose a él.

— Me está matando. — susurró César, su voz saliendo ronca. Si por dolor o por deseo, no podía decirlo.

Lo que sí sabía era que Victoria, aunque se dio cuenta de que ya no estaba en peligro, se acurrucó más contra él, luciendo muy frágil e indefensa. Se sintió natural tocar sus labios en su frente aún fría por la conmoción, sus manos ahora más sueltas en su cuello.

Pensó en dar un paso atrás, pero la fuerza con la que ella seguía aferrada a su cuello lo hizo desistir. Tenía que decir algo, todos en la habitación los miraban a los dos, pero no sabía qué. Se humedeció los labios secos y apoyó la barbilla sobre su cabeza.

LA TEKILA - HISTORIA DE VICTORIA Y CESARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora