🌟 𝙆𝙖𝙥𝙞𝙩𝙚𝙡 〉⋋✿ 27 ✿⋌.

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Las nubes eran esponjosas y blancas.

Los árboles eran verdes y sus troncos de color café.

Las aves volaban extendiendo sus alas majestuosas.

El cielo era celeste y de tonos anaranjados en tardes frescas.

Y así como esas cosas maravillosas eran evidentes y muy obvias, lo era también el maravilloso enojo de Honduras, ¿cómo no podías apreciarlo si estaba echando humo por los siete orificios?.*

[*: refiriéndose a; los ojos, boca, oídos y fosas nasales.]

Hace unos cinco minutos él y Argentina estaban muy cómodos sobre la cama, entre besos suaves y también, algunos rudos acompañados de suaves quejidos de satisfacción por parte del argentino. Cuando sus manos empezaron una suave cincelada sobre el pecho y abdomen de su pareja, mientras su entrepierna se restregaba con ánimos sobre la contraria.

Habían sido interrumpidos.

La pequeña había tocado con rapidez la puerta llamando a uno de ellos solamente como, "señor", sin atreverse a entrar. Decía tener hambre y aunque lamentaba interrumpir su "sueño" temía usar la cocina y causar un desastre que sería inconveniente. Aquello podría comprenderse, era casi la hora de la cena y la pequeña sería atacada por la necesidad de llevar algo al estómago.

Palabras de viejo salidas con humildad de la boca de una niña pequeña.

Argentina apartó a Honduras sonriéndole con suavidad. Se arregló la ropa. Se disculpó. Lamió sus propios labios. Y luego se fué.

¡Se fué realmente!.

Hace unos días cuando había ido a "hacer la pijamada" que no terminó en nada más y nada menos que una ronda de satisfactorias caricias, Argentina le había recordado lo que Honduras le había dicho cuando llegó.

"No podía ir a visitarlo durante unos días". Por ello Arge le pidió con mucha confianza y tranquilidad si él podía ir a ver a Honduras y quizá, ayudarle con el encargo que Guatemala le había pedido.

Claramente no le dijo aquello a ningún sordo y no tuvo que repetir de nuevo una sola vez más.

Pero Honduras no pensó que su pareja terminaría siendo atraído como un metal al imán por aquella mocosa.

Argentina: ¿Estás bien?.― Preguntó un poco preocupado al ver la cara enfadada del catracho.

Honduras: Claro.― Dijo mientras su labio inferior resaltaba al mismo tiempo que sus cejas se juntaban con molestia.

Argentina soltó una carcajada. Luego se acercó a la mejilla del alfa y depositó un suave y largo beso sonoro.

La noche caía en su oscuridad y la lluvia acompañaba como una suave capa que refrescaba la estancia.

Cuando finalmente se levantaron de la mesa y lavaron los trastes con Hannah ayudándolos y casi terminando con el juego de platos de porcelana del Hondureño, decidieron que quizá sería buena idea ver televisión y esperar a que la comida asiente para ir a dormir.

La película era totalmente aburrida, había visto miles de veces como el tipo había dejado la tabla de madera para la mujer que conoció en un barco hace menos de cuarenta y ocho horas antes, para que salvara su vida. Y cada vez lo encontraba ridículo y aburrido.

CEREZOS DE PRIMAVERA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora