🐻 𝙆𝙖𝙥𝙞𝙩𝙚𝙡 ୭➛ •42•

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Justo como lo pensó, en el jardín trasero el sol iluminaba el enorme campo cubierto de suave y verde césped, de cuclillas podía ver perfectamente las gotas de rocío que se deslizaban o permanecían tranquilas en las puntas de las hojas vivas y alegres.

Eterna Primavera sopló una risita cuando observó una marcha alegre de hormigas llevando sobre ellas, hojas y semillas, con buen ánimo se levantó y una mariposa de un vivo color naranja y amarillo con bordes negros le revoloteó en la mejilla.

Una hermosa monarca lo saludó y siguió de frente, volando elevándose en el aire, danzando junto a los hilos que los dientes de león, que estaban esparcidos en el lugar, permitían sacudirse con el suave viento permitiéndoles ir tranquilos.

En el pórtico, recostando su hombro en la columna, Alemania tenía una vaga sonrisa suave y amorosa tirando de sus labios, sus ojos tranquilos, dorados como monedas de oro brillando a la luz solar, miraban atentamente al chico que se encontraba de pie, tomando una suave respiración mientras miraba el vasto cielo.

Su corazón latía tan fuerte que temía que, aunque desde lo lejos, Guatemala pudiera escucharlo. Pero como algo más allá de simple querer los une, el omega volteó rápidamente la cabeza, olfateando tiernamente.

Alemania con su vista de alcón pudo observar los ojos de Guatemala ensancharse y una dulce sonrisa le picó los labios, el joven chapín extendió sus brazos en su dirección mientras reía bajito.

Invitándolo a servirse de un cálido abrazo.

Sin ser lento pero tampoco siendo rápido, se acercó al otro hombre, metiéndose entre su pecho, abrazando su cintura, olfateando su cuello, sonriendo a su corazón, agradeciendo al destino.

Sintió los brazos de Guatemala rodearlo, tan suave pero tan fuerte, tan cálido pero tan templado, Guatemala le daba la sensación de estar en un lugar tranquilo, donde podía ser simplemente él mismo, donde no iba a tener ojos encima, ni dedos señalando en su dirección.

Guatemala era su pequeño refugio. Se sentía tan bien, como abrazar un acogedor tronco de cerezo, floreciente y aromático, tan mágico que embelesaba.

Alemania: ¿Quieres dar un paseo? ― Su voz baja susurró en el cuello del omega.

Guatemala: Por supuesto.

Ambos, tomados de la mano de una manera suave pero firme empezaron a caminar por el patio, que tenía una valla a unos metros que separaba un campo con algunos árboles.

Guatemala tarareaba una canción, tranquila y melódica, como el canto suave de hadas rezando a la naturaleza, como un soplo de magia cristalina, como el pequeño zumbido de una feliz abeja.

Alemania a su lado, únicamente se dedicaba a sonreír mientras escuchaba con atención, guardando la melodía muy dentro de su corazón, resguardándola de cualquier peligro, como un tesoro que no podía dejar que alguien más anhele.

Llegaron a un pequeño lago, muy pequeño, pero el agua era bastante limpia, alrededor habían flores pequeñas, de todos colores que bailaban al son del viento y susurraban entre sus diminutos pétalos lo maravillosa que era la mañana.

Guatemala: ¿Desearías que nos hubiéramos encontrado como destinados antes? ― La pregunta salió, su sonrisa permaneció y expectante una respuesta esperó.

Alemania volteó a verlo, sin verse afectado. Sus ojos dejaron de observar las lindas flores para ver los hermosos ojos de su omega, tan brillantes y cálidos como una tarde de primavera.

El alfa sonrió, mínimamente.

Alemania: Eso depende. Si nos encontramos ahora fué porque así tuvo que suceder.― Elevó la mano de su omega y un beso depósito, con el corazón latiendo de ferviente amor, una hermosa sonrisa le regaló.

CEREZOS DE PRIMAVERA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora