Capítulo N° 27 | parte 3

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Se había despertado en la mañana con la luz en la ventana que le molestaba de sobremanera. Con pereza, Melanie se había levantado para poder prepararse el desayuno. No golpeó la puerta de Nora, sabía que estaba trabajando y volvería en un par de horas, por lo tanto debía ir con Alejandro para no quedarse sola y así cumplir su trato con Hernán.

Sentía y notaba sus propias mejorías, su piel ya no era grisácea, estaba tomando más color y subiendo un poco de peso, y aunque le faltaba peso por subir, al menos sus clavículas y costillas ya no resaltaban tanto.

Se preparó un café con una tostada con queso crema y, por pedido diario de su padre, comió una fruta para acompañar el desayuno. Con su pijama y taza en mano, ya que le gustaba tomar el café despacio, abrió la puerta que daba al fondo y sonrió al escuchar los pájaros y sentir el dulce aroma de los jazmines de Alejandro. La tierra de las plantas se veía húmeda, y eso solo significaba que él ya se había levantado para regar sus plantas.

Lo vio salir del departamento del fondo y la saludó con una sonrisa y un movimiento de mano, para luego comenzar a colgar la ropa en su tender. Sin embargo ella nunca se acercaba a él o a su casa a menos que él la llamara, porque sabía que a veces estaba en compañía de una chica y no quería ser inoportuna.

Lo vio hacer la seña y decidió acercarse, Alejandro ya había finalizado de colgar su ropa limpia y acomodó sus lentes que habían bajado hasta la punta de su nariz.

—Buen día —le dijo Melanie con una sonrisa.

—Buenas, Mel, ¿estás sola? —preguntó con algo de preocupación.

—Sí, tu mamá trabajaba y mi papá no vino, al menos no todavía. Hernán tampoco regresó —Lo miró con atención al moretón que tenía en los labios—. ¿Cómo estás? Por el golpe.

—Hoy duele más que ayer, pero estoy bien. ¿Querés pasar?

Se hizo a un lado para permitirle entrar, y Melanie caminó con pequeños pasitos hacia dentro. Había menos hojas de diario en el suelo porque últimamente Alejandro se concentraba en una pintura en especial, había dejado las otras reservadas para otro momento.

—¡Wow! Está preciosa —dijo Melanie al verla, una mujer se veía recostada en el pasto con su cabello rodeado de flores y mariposas—. Te quedó hermoso.

—Aún no lo terminé, pero gracias.

Alejandro se sentó en un sillón a un costado y Melanie se sentó a su lado, bebió un sorbo de su café y miró las pinturas alrededor. En la pared incluso se veía las que ella había pintado, que no tenían nada de parecido a esas obras tan talentosas, incluso cuando él la felicitaba por ellas.

—¿Hoy venía esa chica? —le preguntó—. Romina, ¿no?

—Quería venir pero le dije que no, la semana que viene. Tengo que terminar esta pintura porque ya me la está pidiendo el cliente, solo le falta mejorar las luces —habló tan rápido que pareció pisar sus propias palabras, como solía hacer a veces, por ello suspiró para intentar hablar más tranquilo—. Además no me gusta que venga todo el tiempo.

—¿Por qué?

—Porque no es mi novia, y eso lo dejamos claro, solo es una amiga con la que nos divertimos de vez en cuando, nada más.

—Yo creo que le gustás de verdad y por eso está viniendo más seguido... —agregó Melanie casi en un susurro.

—Mel, yo no soy Hernán, las chicas no se vuelven locas por mí —suspiró y dejó caer cómodamente su cabeza en el respaldo del sillón—. Es prácticamente un milagro que Romi se haya fijado en mí, pero de ahí a gustarle de verdad... Uhm, lo dudo.

Muñequita [ #1 COMPLETA ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora