Capítulo N° 42

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La clase había finalizado, y mientras que Bianca guardaba sus cuadernos en la mochila observó el cielo oscuro en la ventana. Ya le había escrito a su padre para que fuera a buscarla, pues ella aún luchaba contra sus propios miedos.

Ir a estudiar era ya un esfuerzo enorme en su vida, porque las multitudes le producían una sensación de malestar y sofocación insoportable. Aún no había hablado de ello con la psicóloga.

Con la mochila colgada sobre su hombro esperó a que el salón de clases se vaciara un poco antes de salir, y aunque intentaba evitar pensar en Stefano siempre se encontraba a sí misma comparando esas situaciones. Se preguntaba si así se había sentido él toda su vida, perdiendo tiempo al esperar porque no soportaba estar rodeado de mujeres. Bianca podía hablar con hombres y mujeres, aunque ya no toleraba las multitudes, prefería la protección de su casa y no toleraba, tampoco, que la tocaran sin permiso.

Bajó las escaleras para poder salir del profesorado y esperar a su padre dentro de las rejas, ya que estar sola en la vereda era un miedo incluso mayor, especialmente de noche.

—Bianca, ¿verdad?

Sintió una mano apoyarse en su hombro y ella dió un salto hacia un costado, sobresaltada y con la respiración acelerada. Ahí estaba uno de sus compañeros, era un buen muchacho que siempre le ayudaba con los apuntes.

—Perdón, no me gusta que me toquen —dijo Bianca al soltar todo el aire que había retenido.

—Oh, perdón, no lo sabía —se disculpó él y miró hacia la calle—. ¿Estás esperando a alguien, tenés cómo ir a casa? Puedo alcanzarte en el auto si querés, los demás ya se fueron.

—Gracias pero ya me vienen a buscar.

Volvió a mirar hacia la esquina por la cual debería llegar Guillermo, y entonces sonrió al reconocer el auto gris que doblaba. Dejó ir un suspiro aliviado porque no tenía deseos de hablar con nadie.

—Ahí está, ya vino —dijo y saludó con un movimiento de mano al chico—. Nos vemos la próxima semana.

Él la saludó con una sonrisa para luego alejarse hacia su auto estacionado frente al instituto, mientras que Bianca se acercó a la vereda para esperar pacientemente a su padre. Guillermo se detuvo justo frente a ella y le dedicó una sonrisa.

Cuando Bianca se sentó en el asiento del acompañante dio un suspiro tan grande mientras se sujetaba el pecho, que Guillermo la miró de reojo con preocupación.

—Podés estudiar de forma remota, hija, virtual. No es necesario que sea presencial —dijo con su voz más suave y cariñosa posible.

—No estoy tan mal como… —se detuvo un instante, porque nuevamente traía a Stefano a sus pensamientos—. Puedo estudiar, solo no me gusta el cúmulo de personas. Estoy bien.

Guillermo dejó ir un suspiro, porque sabía que Bianca no solo era orgullosa, sino también muy exigente consigo misma.

—Vas a tener que hablar con tu doctora de esto, hija.

—Puedo soportarlo.

—No se trata de soportar, se trata de estar bien —dijo Guille mientras manejaba—. Creeme, hija, soy un experto en lo que a soportar se refiere.

Bianca se encogió de hombros con la mirada baja, jamás lo había visto de esa forma. Su padre había sufrido tanto por soportar y soportar, y no podía evitar preguntarse hasta qué punto estaba intentando esquivar sus propios problemas.

—Está bien, lo voy a hablar con la doc —suspiró Bianca y dirigió su mirada hacia él, con su camisa bien prolija—. ¿Qué tal el trabajo, pa?

—Sigo prefiriendo tener mi propia oficina, pero no está mal —respondió con una sonrisa.

Muñequita [ #1 COMPLETA ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora