CAPÍTULO 3.

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-¿Qu.. qué narices..?- pregunto asustada.
-Cállate, Lancaster, me lo agradecerás.

Me giro sobre mis propios pies y me encuentro con la cabellera rubia y el traje negro con el que me había topado en el tren: Draco Malfoy, por supuesto, el indeseable otra vez.

-Merodeando por los pasillos.., ¿tan deprimida te ha dejado la entrada en Gryffindor?- pregunta el platinado entre risas, mostrando unos dientes perfectamente alineados y blancos.
-Imagínate como estaría de haber sido seleccionada en Slytherin- contesto un tanto irritada- supongo que me encontrarías en la torre de astronomía. Pero para lanzarme de ella.

Se hizo un momento de silencio entre nosotros dos. Mis ojos analizaron por primera vez a los suyos, de un gris profundo, jamás había visto unos así. Por suerte, mis pensamientos volvieron a su lugar y me centré en lo molesto e idiota que era, y dispuse a seguir mi camino.

-Eh, eh. ¿A dónde crees que vas?- me dice mientras me sujeta de la mano.
Nos quedamos ambos mirando a nuestras manos, entrelazadas de alguna manera, y luego a nuestros ojos, para soltarnos inmediatamente poniéndonos cara de desprecio.
-¿Qué es lo que quieres de mi, Malfoy?
-Nada, Lancaster. Solo quizás contarle a Snape qué hace la nueva estudiante a estas horas de la noche.
-Eres la persona más indeseable que...

No me da tiempo a acabar la frase. Los pasos de Snape eran inconfundibles y yo no sabía que hacer. Entrada en pánico, el único que tomó acción fue Draco, que en un solo movimiento me empujó hacia detrás de la puerta de un pequeño almacén de escobas.

El sitio era minúsculo, y el susto hacía que nuestras respiraciones se acelerasen, podía sentir el aliento del engreído Malfoy en mis labios, el aliento a menta y a manzanas verdes inconfundible que calentaba mi piel.

-Te he salvado el culo, Lancaster. Sólo por lo patosa que eres me debes una. Cuéntame por qué estabas por los pasillos.
-Vamos, Malfoy. Si no fuera por tu estúpida conversación no nos habrían escuchado. Y te he dicho que decidí pasear porque no podía dormir.
-Yo tampoco- contestó esta vez con un tono neutro, mirando al suelo fijamente.
-¿Y eso por...?- pregunté con aires de suficiencia y tono burlón.
-Creo que por ti.

Y se fue.

Creo que me quedé allí parada intentando encontrarle sentido a lo que había ocurrido hasta que conseguí irme a mi cuarto y deslizarme entre las suaves sábanas sin despertar a nadie.

Mi cabeza no paraba de dar vueltas, de buscar lógica a lo sucedido, pero había una pregunta flotando en mi mente que no quería contestar: "¿si tan mal te cae Draco, por qué no dejas que recordar lo que te dijo?". Aparté ese pensamiento de mi cabeza y me dispuse a dormir.

POLOS OPUESTOS: Draco Malfoy y tú. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora