CAPÍTULO 38.

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Cuando abrí los ojos, lo primero que sentí fue el frío de las baldosas del suelo en mi piel.

Seguía tirada en el lavabo. A juzgar por la hora, debí estar allí tirada más de 45 minutos, inconsciente.
El tiempo suficiente como para estar absolutamente desorientada, pero no tanto como para que alguien notara mi ausencia.

Me levanté e instintivamente fui a buscar a Trelawney. Era plena madrugada pero algo en mi me decía que iba a encontrarla. Que estaba despierta. Que me estaba esperando.

Y es que al abrir la puerta de la clase de adivinación, con el colgante que Draco me regaló brillando intensamente, allí la encontré.

-Te esperaba, querida. Y sé que lo sabías.

Nos abrazamos. Había cogido cariño a aquella mujer de aspecto desgreñado; me había enseñado lo que pudo acerca del don de predecir el futuro. Se preocupaba por mi. Era una gran bruja, aunque infravalorada.

-Yo... Profesora, me desmayé. Estaba sola en el lavabo y nadie pudo escuchar lo que predije. El golpe que me di me aturulló y no consigo recordar que dije...- suspiré- sólo palabras sueltas.

-Es normal, querida. Llevas poco tiempo experimentando esto, nadie te pide que seas una maestra en ello- sonrió.

Sacó su varita.

-Esto no es algo a lo que debas acostumbrarte, has de controlar lo que puedes hacer, esforzarte en recordar lo que predices, en no desmayarte...- iba diciendo mientras tomaba un frasquito en sus manos.

-Profesora...- me cortó.

-No duele, pero es una sensación molesta. Déjame a mi- dijo apuntando su varita a mi sien.

Lentamente, un líquido espeso de color blanco parecía salir de mi cabeza, tirado por su varita. Sentí una presión en mi sien que culminó cuando vertió aquello en el frasco pequeño.

-Esto es un recuerdo. Uno especial- comenzó- es de aquellos que están en tu subconsciente pero no consigues traer a la luz. Llévalo al pensadero y apunta lo que predijiste.

Con dulzura me invitó a salir de la clase, y al pasar por el antiguo despacho de Dumbledore la puerta se abrió, sola.

Un enorme plato flotó hacia mi. Intuí que solo debía verter el contenido y observar. Y así fue como lo vi.

No era yo desde fuera entrando en trance en el lavabo, si no lo que imaginaba mi cabeza mientras predecía.

"No siempre el traidor es traidor, tampoco el fiel amigo es siempre fiel amigo. En una diadema y en un animal se encuentra lo que aquellos dos unidos por el destino más codician. La confianza en su padre se desmoronará cuando vea a quien éste verdaderamente sirve."

Todas aquellas frases eran como un eco lejano, como una sintonía de fondo a las imágenes que veía.

Vi a Draco sollozando, asustado. Vi una preciosa diadema, muy pequeña pero de aspecto muy valioso. Vi a una serpiente enorme y asquerosa. Y por último, le vi a él.

La cara de quien menos esperaba ver.

Vi a mi padre.

POLOS OPUESTOS: Draco Malfoy y tú. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora