CAPÍTULO 36.

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Las semanas habían pasado volando. Quizás era la paz de estar en aquel lugar apartado del ruido del mundo, con Draco a mi lado.

-Me provoca náuseas...- dijo acostado sobre mi pecho, con cara de desagrado.

-¿Ah si?- dije divertida- ¿y qué quieres Malfoy, que nos quedemos toda la vida aquí juntos solos, viendo pelis muggles, haciéndolo y escondiéndonos de todos?- reí irónica.

-Em, pues sí, Lancaster. Más o menos sí.

Habían sido semanas de paz. De la calma que precede a la tormenta.

Pero pronto volveríamos a Hogwarts, aquel castillo que fue hogar y ahora había caído en desgracia.

Pero antes, asistiríamos a la boda de Fleur, mi mejor amiga en mis años en Beauxbatons, y el hermano de Ron. Sería el último momento de fugaz felicidad que viviríamos en mucho tiempo, pero no lo sabíamos.

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-¡T/n!- escuché a Hermione gritar mientras me abrazaba, estrujándome.

En seguida se le unieron Ron y Harry, y nos fundimos en un largo abrazo en la carpa dónde iba a comenzar la fiesta.

-Os he echado de menos, chicos- dije intentando disimular que tenía los ojos llenos de lágrimas.

-Malfoy...- dijo Harry con toda la cercanía que podía reunir hacia Draco.

-Hm, Potter- contestó carraspeando, mientras se daban un incómodo apretón de manos.

La fiesta transcurrió tan normal, tan divertida, tan extrañamente bien, que por un momento, mientras bailaba de la mano de Draco, olvidé todo lo que se estaba formando a nuestro alrededor.

Olvidé los problemas. Olvidé el regreso del Señor Tenebroso, mis premoniciones que últimamente no llegaban, al trío teniendo que irse pronto a una misión ciega, a Draco en el punto de mira de su padre y los mortífagos...

Pero sólo por un momento.

Después de que todos nos quedáramos petrificados ante la noticia de que el Ministerio había caído, un estruendo ensordecedor tomó la carpa de la boda.

Eran ellos. Los mortífagos habían llegado.

El caos se apoderó del lugar.
Harry, Ron y Hermione se habían desaparecido hacia sabe Merlín dónde, y yo estaba completamente en shock. Era incapaz de reaccionar.

Le pude ver. Esa inconfundible cabellera rubia y su bastón. No nos había percibido aún, pero Draco ya temblaba de la sola idea de volver a confrontarse con su padre.

También estaba ella, con su elegancia nata y su pelo más negro que rubio; diferente a la última vez que la vi.

Y había entre la multitud enloquecida alguien más. Otro hombre que no conseguía ver bien del todo, pero sus movimientos me resultaban familiares, sus manos me resultaban...

Cuando quise acercarme alguien tiró tan fuerte de mi que no alcancé a ver a ese señor, sólo recuerdo sentirme como dentro de un remolino y sentir un mareo extremo. Y de repente, yo ya no estaba allí.

-Qu... qué demonios...- estaba apoyada en una pared sintiendo que iba a vomitar.

-Nos hemos aparecido, ¿dónde estamos mamá?

¿Pero qué..?- pensé mientras procesaba aquello.

Narcissa Malfoy nos había llevado a Draco y a mi a una pequeña casita en lo que parecía Hogsmeade.

-Las primeras veces son algo mareantes ¿cierto T/n?- dijo suavemente, con una pequeña sonrisa. Me sorprendió su calidez conmigo.

-Cariño. Te quiero. Pero esto me está costando salud, y nos pone en riesgo. Este es el lugar más seguro para ella estas dos semanas hasta volver a Hogwarts. Pero tú...

-Mamá. No. Por favor, no me hagas...- le cortó con una caricia en la mejilla.

-Sólo serán dos semanas, hijo... Tenemos que intentar que crea que le apoyas o... Draco, Él te va a matar- sus ojos se inundaron de lágrimas.

En un último beso. En una última mirada. Entre mis lágrimas y nuestros colgantes brillando, Draco y yo nos separamos.

No sabíamos lo que estaba por llegar.

POLOS OPUESTOS: Draco Malfoy y tú. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora