Todo lo que alguna vez fue, ya es parte del pasado.
Los pocos recuerdos que me quedan de lo que solíamos llamar "vida normal" se van desvaneciendo poco a poco. Esa vida, con sus alegrías y rutinas, quedó enterrada junto a los que alguna vez amamos. Cada día que pasa me encuentro más resignada a la idea de la pérdida, del sufrimiento. Es como una sombra que nunca me abandona.
El lugar en el que ahora me encuentro no es bonito, pero sí es seguro. Y en este mundo, la seguridad es lo único que importa. No sé exactamente dónde estamos, y ya he perdido la cuenta de los días desde que llegamos aquí. El exterior es un misterio, y quizás prefiero que siga siéndolo.
Vivimos bajo tierra, en una especie de refugio o búnker. No es grande, pero aquí nos mantenemos con vida 45 personas. Todos tienen una tarea asignada: algunos cocinan, otros reparan lo que se puede. Y luego están los exploradores, seis personas capaces de salir a la superficie, lidiar con los Rabiosos y traer de vuelta los suministros si así fuera necesario. Connor, el jefe de los exploradores, los entrena. Él tiene 29 años, y si no fuera por él, estaríamos todos muertos. Fue él quien nos rescató esa primera noche, cuando el mundo se derrumbó.
—¿De nuevo aquí sin hacer nada? —me saca de mis pensamientos una voz cargada de sarcasmo.
—Dame un respiro, recién empiezo —le respondo, mientras lucho con la papa que intento pelar. Oigo a Tyler, mi hermano menor, reírse entre dientes al otro lado de la habitación.
Tyler tiene 19 años ahora. Hace tres, Connor lo convenció de unirse a los exploradores. Al principio me negué rotundamente. ¿Cómo iba a permitir que mi hermano, mi única familia, arriesgara su vida así? Pero con el tiempo, tuve que aceptar la realidad. En este mundo, no puedes esconderte para siempre. Si algo pasaba, al menos ahora sabía que Tyler sabría defenderse.
Pero nunca olvidaré la noche en que todo cambió. Nosotros éramos solo dos niños asustados, huyendo de lo imposible.
—¡Tyler, corre! ¡Tienes que correr más rápido! —le gritaba con desesperación mientras tiraba de su pequeña mano.
—No puedo, Emma. Me duelen las piernas. No puedo más —me respondió con la voz quebrada por el agotamiento.
Ambos estábamos agotados, pero el miedo era más fuerte. Sabíamos que no podíamos detenernos, porque lo que venía detrás era peor que cualquier cansancio. Habíamos dejado atrás nuestra casa, pero los gritos y el caos aún resonaban en nuestras mentes. No entendíamos lo que estaba pasando. Sólo corríamos.
—Mamá y papá estarán bien, ¿verdad, Emma? —me preguntó Tyler, con la esperanza reflejada en sus ojos, esa esperanza infantil que aún no había sido completamente destruida.
—Sí, claro que sí —le mentí, apretando su mano con más fuerza, intentando convencerlo... y convencerme a mí misma.
Pero sabía que no era cierto. Los había visto. Vi cómo cambiaron, cómo esos ojos llenos de amor se transformaron en pozos vacíos y oscuros, llenos de hambre y odio. Sabía que ya no eran nuestros padres. Y que nosotros teníamos que huir.
Seguimos corriendo hasta que nuestros cuerpos no pudieron más. Nos detuvimos solo un momento para tomar aire, pero fue entonces cuando lo vimos. Los Rabiosos. No eran humanos, no más. Sus ojos, inyectados en sangre, brillaban con una furia inhumana. Sus bocas, llenas de sangre, se abrieron, y en ese momento pensé que era el fin.
Tyler empezó a llorar, aterrado.
—Quédate detrás de mí —le ordené, aunque no tenía idea de cómo protegerlo. Era una niña de 10 años, ¿qué podía hacer contra esos monstruos?
Pero antes de que pudieran alcanzarnos, un estruendo resonó en el aire. Disparos. Los Rabiosos cayeron uno por uno, y de entre las sombras apareció un joven. Nos miraba con preocupación, pero con la tranquilidad de alguien que sabía lo que hacía.
—¿Están bien? —preguntó—. ¿Alguno de ustedes está herido?
Negamos con la cabeza, temblando, aún procesando lo que acababa de pasar.
—Mi nombre es Connor —dijo, guardando su arma—. Vengan conmigo, estarán a salvo.
No teníamos elección. Sabíamos que si no confiábamos en él, no sobreviviríamos. Y así fue como nos salvó, esa primera noche. A veces me pregunto por qué nosotros. ¿Por qué seguimos vivos, cuando tantos otros murieron o se convirtieron? Nunca lo sabré.
Termino de pelar las papas y las dejo en el cubo de agua. Tyler ha estado allí todo este tiempo, apoyado en el marco de la puerta, observándome en silencio. Su rostro está más serio de lo habitual, lo que me preocupa.
—¿Vas a quedarte ahí todo el día o piensas decir algo? —le digo, intentando romper el silencio.
Finalmente, respira hondo y me mira a los ojos.
—Emma... Tenemos un problema. Y no sé si esta vez haya una solución.
Su tono es grave, mucho más de lo que estoy acostumbrada a oír en él.
—¿Qué pasa? —pregunto, sintiendo cómo un nudo se forma en mi estómago.
—John ha convocado a los exploradores. Nos necesitan en la superficie.
El peso de sus palabras cae sobre mí como una losa fría. Entiendo lo que significa. Y sé que nada bueno nos espera allá arriba.
M♡
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¿Por qué nosotros?
Science FictionLibro 1 y (Segundo en proceso) Muertes misteriosas han devastado el mundo, y solo unos pocos han tenido la suerte de sobrevivir. Tras pasar 15 años confinados en un búnker, se ven obligados a regresar a la superficie y enfrentarse a un mundo que cr...