~Capítulo 10~

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—Hablaremos de esto en otro momento. —dice Connor, dando un paso atrás con el ceño fruncido. El ambiente entre nosotros sigue tenso, pero él no me da tiempo para responder—. Vamos.

Antes de que pueda siquiera procesar lo que acaba de pasar, la puerta de la habitación se abre de golpe y Camila aparece, con el cabello rubio aún mojado y una expresión de desconcierto.

—¿De dónde viene ese ruido? —pregunta, mirando a todos lados con evidente preocupación.

—De la sala principal. —responde Connor, con el rostro endurecido—. Tendremos que ir a revisar. Los chicos podrían estar en problemas. —Su mano va automáticamente a la funda de su arma, pero se congela al darse cuenta de que no la lleva consigo. Maldice entre dientes y se dirige hacia la puerta.

Camila recoge su cabello en una rápida coleta y se apresura a seguirnos. A medida que avanzamos por los pasillos, todo parece estar en calma. Los científicos y habitantes del lugar continúan con sus tareas cotidianas, ajenos al sonido ensordecedor de la alarma que sigue resonando en el fondo. Es extraño. No puedo evitar sentir una creciente sensación de inquietud.

Los guardias, en cambio, corren frenéticamente hacia la zona de la sala principal. Nos apresuramos a seguirlos, y cuando llegamos, una multitud de oficiales se agrupa en el centro. En medio del tumulto, veo una figura familiar observando desde la distancia: Dante. Parece tranquilo, pero su mirada está fija en la escena.

Miro hacia el centro y mi corazón se hunde. Alexander y Tyler están tirados en el suelo, boca abajo, inmovilizados por los guardias. La furia brota dentro de mí, y antes de que me dé cuenta, mis piernas se mueven por sí solas. Cierro la distancia que nos separa.

—¡Suéltame, maldito bastardo! —grita Alexander, su rostro retorcido en una mezcla de rabia y frustración mientras se retuerce bajo el peso del guardia.

—¿Qué demonios está pasando aquí? —exijo saber, dirigiéndome a uno de los oficiales. Pero este ni siquiera me mira. Me ignora por completo, como si no existiera.

—¿Por qué parece que aquí todos tienen serios problemas para escuchar? —digo en tono irónico, aunque la furia hierve bajo la superficie.

Finalmente, el guardia levanta la mirada hacia mí, sus ojos vacíos de emoción.

—La violencia no está permitida en estas instalaciones. —responde en un tono monótono y automático, como si fuera un robot programado para decir solo eso.

Es entonces cuando noto a los dos hombres en el suelo, con los rostros cubiertos de moretones. Están inconscientes, y sus cuerpos apenas se mueven. No es difícil imaginar lo que ocurrió.

—Seguro fue por algo. —comenta Camila, acercándose con el ceño fruncido—. Aquí nadie tiene modales, no me sorprendería que se lo hubieran ganado.

—La violencia no está permitida en estas instalaciones. —repite el guardia, con la misma voz sin vida.

Los guardias levantan a Alexander y Tyler, poniéndoles las manos atrás para esposarlos. Alexander sigue forcejeando, pero su rostro se crispa de dolor cuando uno de los guardias lo empuja bruscamente.

—¡Me importa una mierda tu jodido código de honor! —grita Camila, furiosa. Da un paso adelante e intenta arrebatar a Alexander de los guardias, pero solo recibe un fuerte empujón en respuesta.

—¡No la toques, imbécil! —grita Tyler, con el labio partido y una expresión de rabia que apenas puede contener.

—¡Ya basta! —Connor se interpone entre Camila y el guardia, su mirada fija y decidida—. Libérenlos de inmediato.

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