~Capítulo 31~

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Llevábamos ya una hora caminando, el silencio roto solo por el sonido de nuestras pisadas y el crujir ocasional de ramas bajo nuestros pies. Los grupos se mantenían intactos, lo cual me tranquilizaba, al menos por el momento. Connor caminaba a mi lado, intercambiando palabras breves con Dante, quien estaba a cargo del mapa. La marcha era rápida, pero el agotamiento comenzaba a hacer mella en algunos. Martha, que caminaba un poco detrás, parecía tener dificultades, su rostro reflejaba el cansancio acumulado. Viendo su estado, me acerqué para tomarle el bolso, pero ella lo rechazó al principio, terca como siempre. Al final, terminó aceptando mi ayuda, aunque no sin antes mostrar una expresión de frustración.

Los únicos que portaban armas eran los del sector negro, y Connor estaba al frente del primer grupo junto con Tyler, ambos vigilantes. Sabíamos que el peligro podía aparecer en cualquier momento, aunque el calor y la fatiga estaban logrando desgastar la tensión.

Aún nos quedaban varias horas de camino cuando Connor levantó la mano, deteniendo la marcha. Todos nos miramos entre nosotros, desconcertados.

—Descansen —ordenó—, tomen agua. Partimos en diez minutos.

Vi a Jon, sentado en el suelo, con las manos atadas. A duras penas podía sostener la botella de agua, pero eso no parecía importar a nadie. Él seguía siendo un prisionero, incluso en medio de la nada.

Dante, Cami, y Tyler se acercaron, guardando sus armas mientras el resto del grupo buscaba un lugar para sentarse. Dante, como siempre, no podía evitar mostrar su irritación.

—Jamás llegaremos si seguimos a este ritmo —murmuró con su tono habitual de pesimismo.

—Hay niños y ancianos en el grupo, no podemos ir más rápido —le respondió Connor, tomando un sorbo de agua con calma. Sabía que no tenía sentido discutir.

—Solo digo que estas pausas son innecesarias —insistió Dante, sin ceder.

—Necesitan descansar. Haremos paradas cada dos horas, y eso es lo mejor que puedo ofrecer —replicó Connor, firme, aunque el agotamiento también comenzaba a reflejarse en su rostro.

Tyler, que estaba sentado cerca, se echó aire de manera exagerada, siempre con su actitud dramática.

—Si no me mata un Rabioso, lo hará el maldito calor.

Cami, sin mirarlo demasiado, le pasó una botella de agua mientras rodaba los ojos.

—Nada de esto estaría pasando si nos hubiéramos quedado en el búnker —dijo Jon desde su lugar en el suelo, rompiendo el silencio con una queja cargada de resentimiento.

Connor lo miró con frialdad.

—¿Quién te dio permiso para hablar? —le preguntó, su voz impregnada de amenaza.

Jon se limitó a devolverle una mirada llena de odio, pero no dijo nada. Sabía que no tenía poder en esa situación, y Connor lo sabía aún mejor.

—Eso pensé… —murmuró Connor antes de apartar la vista.

—Además, no podíamos quedarnos en el búnker —dije, lanzando una mirada de advertencia a Jon—. Pero como tu memoria es corta, déjame recordarte: Margaret conocía la ubicación. Quedarse ahí era una sentencia de muerte.

Jon soltó una carcajada amarga, su cinismo siempre presente.

—Tendríamos que haberte dejado allí para que Margaret te matara… Todo sería mucho más fácil ahora —intervino Tyler, con su característico tono burlón, mientras seguía echándose aire.

—Sigo aquí, ¿sabes? —replicó Jon con veneno.

—¿Y a dónde podrías ir? —respondió Tyler con una sonrisa sarcástica.

¿Por qué nosotros?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora