El frío de la celda se sentía como una amenaza constante en mi piel, pero era mi respiración la que realmente me traicionaba. Era irregular, temblorosa. Mi pecho subía y bajaba de manera violenta, un reflejo involuntario del miedo que intentaba controlar. Intentaba preparar mi mente para lo que estaba por venir, pero antes de que pudiera hacerlo, el sonido del guardia cortó el silencio, su voz llena de crueldad.
— Tú y esos idiotas… —dijo con una sonrisa burlona, señalando a los chicos—. ¿Creían que iban a escapar de esto?
Su risa resonó en el espacio reducido, burlona y desalmada. Sentí que la tensión en mis músculos aumentaba, pero Tyler fue el primero en reaccionar. Su tono estaba cargado de desesperación.
—Podemos ir nosotros, pero no la involucres a ella —suplicó—. Por favor.
El guardia levantó una ceja, claramente disfrutando de la súplica. Alexander se unió a la conversación, su voz más agresiva, pero llena de una esperanza infundada.
—¿Podemos?
El guardia rió con desdén.
—Esto no es negociable, niño —espetó con frialdad—. Margaret pidió a los tres. Y voy a cumplir con mi deber.
Hizo una señal y los guardias se movieron. Las puertas de las celdas se abrieron de golpe, y antes de que pudiera reaccionar, uno de ellos me tomó por sorpresa, empujándome con violencia contra la pared. El impacto fue brutal, mi espalda chocó con el concreto y el dolor se esparció por todo mi cuerpo en oleadas. Reprimí un gemido, haciendo una mueca mientras me colocaban las mismas esposas que antes había visto en Camila.
Apenas podía levantar la vista, pero lo suficiente como para ver a Tyler y Alexander resistiéndose. Alexander, en un arrebato de furia, le propinó un puñetazo a uno de los guardias. El hombre retrocedió, aturdido por el golpe, pero rápidamente recuperó el control. Sacó su arma, apuntando a los chicos, y la sala se sumió en un silencio mortal.
—¡Contra la pared o te vuelo la puta cabeza! —gritó el guardia, su rostro transformado por la ira—. ¡Ahora!
Los chicos levantan las manos en señal de rendición, y esa es la última imagen que logro ver antes de que un guardia me agarre del brazo y me arrastre hacia el laboratorio. El movimiento es brusco, y apenas puedo procesar lo que está sucediendo.
Cada vez que el guardia avanza, su bota chocaba con el suelo de cemento de una manera que parecía marcar el ritmo de mi creciente ansiedad. Sabía que no había vuelta atrás, pero eso no aliviaba el nudo que sentía en el estómago. Mi boca estaba seca, y aunque había bebido el agua con limón, apenas había logrado calmar el torbellino de nervios que se agitaba dentro de mí.
El pasillo era estrecho, las paredes de hormigón desgastadas y sin ventanas. A lo lejos, solo el eco de nuestros pasos nos acompañaba, y el aire se sentía más frío a cada metro que avanzábamos. Los dos guardias que me escoltaban no hablaban, pero de vez en cuando intercambiaban miradas, como si disfrutaran de la situación. Podía sentir sus ojos sobre mí, la manera en que me evaluaban, como si fuera un objeto, y no una persona.
Apreté los dientes, intentando mantener la cabeza fría. No iba a darles el placer de verme débil, no iba a mostrar miedo. Pero por dentro, no podía evitar sentir una sombra oscura cerniéndose sobre mí, una sensación de que lo peor aún estaba por venir.
—¿Qué van a hacerme? —pregunté al fin, rompiendo el silencio. Mi voz salió más firme de lo que esperaba, aunque con un ligero temblor que traicionaba mi inquietud.
Uno de los guardias, el más corpulento de los dos, giró la cabeza hacia mí con una sonrisa burlona en los labios.
—Todo a su tiempo, preciosa —respondió, su tono sádico haciendo que mi piel se erizara—. No te preocupes, disfrutarás de la experiencia.
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¿Por qué nosotros?
Ficção CientíficaLibro 1 y (Segundo en proceso) Muertes misteriosas han devastado el mundo, y solo unos pocos han tenido la suerte de sobrevivir. Tras pasar 15 años confinados en un búnker, se ven obligados a regresar a la superficie y enfrentarse a un mundo que cr...