~Capítulo 17~

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Mi mano permanece inmóvil sobre la perilla de la puerta, temblorosa, como si estuviera atrapada entre dos fuerzas opuestas. Una parte de mí grita que debo abrirla y salir corriendo, que mis amigos me necesitan y que no puedo dejarlos solos. Pero la otra, la más racional, me retiene, susurrándome al oído que es más seguro quedarme, que el peligro allá afuera es demasiado grande. El miedo enreda mis pensamientos, creando un nudo de dudas e incertidumbre que me paraliza.

Mi pecho se siente pesado, el aire cargado de tensión. La impotencia me abruma; me doy cuenta de que, al quedarme, estoy dependiendo completamente de los demás para mantenerme a salvo, algo que me hace sentir más vulnerable de lo que quisiera admitir. Y la imagen de mis amigos, sufriendo o heridos, me aterroriza tanto que me clava los pies al suelo. No sé qué hacer, y el tiempo parece estirarse, cada segundo llenándose de una agonía insoportable.

Finalmente, cuando parece que mi cuerpo decide actuar por mí, mis dedos empiezan a moverse y giro lentamente la perilla. Estoy a punto de abrir la puerta cuando, de repente, esta se abre de golpe desde el otro lado, empujándome hacia atrás con tal fuerza que casi pierdo el equilibrio. Mi corazón se dispara, late con tal intensidad que parece que me va a estallar el pecho. Instintivamente, levanto el arma que tengo en las manos, mis músculos tensándose en preparación para lo peor.

—¡Soy yo, soy yo!—escucho una voz familiar, cargada de urgencia. Es Tyler. Se acerca con las manos levantadas en un gesto de paz, tratando de calmarme. Reconozco la preocupación en su rostro, sus ojos buscando los míos.

Mis manos tiemblan mientras bajo el arma lentamente, sintiendo cómo la adrenalina comienza a disiparse. Una parte de mí quiere llorar de alivio, pero me obligo a mantener la calma.

—Gracias a Dios—susurro, mi voz apenas audible mientras dejo escapar un suspiro largo y pesado. El miedo que me había atenazado comienza a desvanecerse en su presencia, aunque todavía siento el eco de la tensión en mi cuerpo.

Tyler se acerca sin dudarlo y me envuelve en sus brazos. Es un abrazo cálido, fuerte, lleno de la seguridad que tanto necesitaba. Me aferro a él, cerrando los ojos, dejándome arrastrar por la sensación de consuelo que me ofrece en medio de todo este caos. Por un momento, el mundo exterior desaparece, y lo único que importa es la calidez de su cuerpo contra el mío.

—¿Estás bien?—le pregunto cuando finalmente nos separamos, aunque parte de mí no quiere dejar ir la seguridad que me brinda su cercanía.

—Podría estar mejor—responde, esbozando una media sonrisa que no logra ocultar su preocupación. Sus ojos reflejan el cansancio, pero también una fuerza que me reconforta. —¿Y tú?

Lo miro por un segundo, buscando en mi interior una respuesta sincera. Mis emociones están enredadas, pero una cosa es cierta: ahora que estamos juntos, el miedo parece un poco menos abrumador.

—Ahora que estamos juntos, sí—le digo, dejando que esa simple verdad me llene.

Justo cuando parece que el momento se estabiliza, una voz conocida rompe la tranquilidad.

—Qué emotivo reencuentro...—comenta Alexander, con ese tono burlón que me hace sonreír inevitablemente. —¿Acaso no tengo derecho a un abrazo también?

Me río, sacudiendo la cabeza, mientras suspiro resignada ante su humor inquebrantable, incluso en situaciones como esta. Camino hacia él y, sin dudarlo, lo envuelvo en un abrazo. Su cuerpo se siente firme y fuerte bajo mis brazos, una presencia confiable en medio de tanto caos.

—Eres más difícil de matar de lo que pensé—dice, con una sonrisa ladeada que refleja su habitual confianza. No puedo evitar devolverle la sonrisa, su energía siempre ha tenido un efecto tranquilizador en mí, incluso cuando todo lo demás se siente fuera de control.

¿Por qué nosotros?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora