TYLER
Todo es un caos. Un desastre monumental que parece haber escapado de nuestro control, aunque, en realidad, quizás nunca lo tuvimos. Miro a mi alrededor, la oscuridad de la noche se cierne sobre nosotros. Algunos intentan dormir, arrullados por el parpadeo constante de la fogata que hemos improvisado en el centro del campamento. Están acurrucados sobre mantas raídas, mientras otros, más resistentes al frío, optan por acostarse directamente sobre el pasto húmedo y helado.
Solo hay una tienda improvisada, una especie de carpa hecha con lonas y palos. Está abarrotada con los heridos, y el sector azul, encargado de velar por su estado, apenas se da abasto. Se mueven sigilosamente entre los cuerpos, revisando sus vendajes, intentando mantener a raya el dolor y las infecciones. Es una escena sombría, pero no tenemos otra opción. Hemos hecho el conteo: 33 personas en total. Nuestras bajas han sido considerables. De los que quedan, cuento a Alex, Connor y Emma, entre otros. Somos pocos, y cada vez menos.
Ally, Max, Camila y yo somos los encargados de la guardia esta noche. No porque seamos los más preparados, sino porque somos los únicos que podemos hacerlo. No tenemos experiencia real, pero hemos aprendido a sobrevivir a golpes, y en estos tiempos, eso es suficiente. La verdad, ninguno sabe bien cómo hacerlo. Solo improvisamos, guiándonos por el instinto de supervivencia.
La escuela está a poca distancia, y con ella, los suministros. Las raciones, las armas, los medicamentos… todo sigue ahí, en el gimnasio, a una hora a pie. Sin embargo, conseguir lo que necesitamos no es tarea fácil. Alguien deberá ir y formar una expedición para recogerlos. Y aunque el plan parece sencillo, todos sabemos que implica un riesgo mortal.
Cami está en la esquina del campamento, con la vista fija en el horizonte, donde el bosque se extiende como una mancha oscura y amenazante. Me acerco a ella y sin mediar palabra, hace una señal a los demás para reunirnos. El ambiente es tenso.
—Debes dejar de llamarnos —gruñe Max mientras se acerca a la fogata—. Si seguimos así, vamos a descuidar el perímetro.
—Esto es más importante —le responde Cami, ajustando su arma en el cinturón—. Ya revisamos el área. No hay señales de peligro por ahora.
—Por ahora —recalca Max, con un tono seco que hace rodar los ojos a Ally.
—¿Lo de ser pesimista es algo de familia? —bromea ella, cruzándose de brazos—. Digo, porque Dante era igual que tú.
Max la fulmina con la mirada, pero antes de que pueda responder, intervengo.
—Dante no está muerto, Ally. —Mi voz suena más dura de lo que pretendía, y ella se encoge de hombros.
—Ya, ¿podemos concentrarnos en lo que importa? —añado—. ¿Qué vamos a hacer con los suministros?
—¿Qué vamos a hacer? —Max chasquea la lengua—. Darlos por perdidos. Apenas salimos con vida la última vez que intentamos ir por ellos.
—¿Y qué sugieres? —replico, mi tono subiendo sin querer—. ¿Cazar ardillas? Porque no te veo intentándolo.
Max rueda los ojos, claramente molesto.
—Tampoco te veo haciendo mucho —responde con sarcasmo.
—Por lo menos no soy un pesimista amargado —le espeto.
—Soy realista, que es diferente —contrapone él.
La discusión amenaza con estallar, pero Cami interviene antes de que las cosas se salgan de control.
—Basta, no hace falta pelear. —Su voz es firme, cortante—. Debemos buscar una solución rápida. Después, si quieren, sigan con sus tonterías, pero ahora tenemos que concentrarnos. Cada minuto que perdemos discutiendo es un día más sin comer.
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¿Por qué nosotros?
Science FictionLibro 1 y (Segundo en proceso) Muertes misteriosas han devastado el mundo, y solo unos pocos han tenido la suerte de sobrevivir. Tras pasar 15 años confinados en un búnker, se ven obligados a regresar a la superficie y enfrentarse a un mundo que cr...