~Capítulo 20~

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El peso de la culpa se hacía insoportable mientras nos alejábamos de las instalaciones. Mis pensamientos no podían liberarse de Alexander, atrapado en aquel lugar. Cada kilómetro que recorríamos me hacía sentir más lejos de él, no solo físicamente, sino emocionalmente. Lo habíamos dejado atrás, y la amargura en mi pecho me lo recordaba constantemente. ¿Cómo podía seguir sin hacer nada?

El viaje de regreso se desarrollaba en un silencio casi sepulcral. Connor, siempre atento, conducía con una concentración implacable. Tyler, sentado junto a mí, seguía mis instrucciones con diligencia, manteniendo las piernas de Camila elevadas para mejorar su circulación. Era una medida básica, pero crucial, dado su estado. Apenas habíamos subido al auto, sabía que algo más estaba pasando con ella. Había repasado mentalmente los síntomas una y otra vez, buscando un diagnóstico que explicara cómo alguien podría sobrevivir tanto tiempo tras un colapso cardiovascular. No podía ser solo un infarto.

—¿Sabes si Camila tiene alguna enfermedad preexistente? —pregunté, rompiendo el silencio y mirando a Tyler de reojo.

Él frunció el ceño, intentando recordar.

—Sí, algo mencionó una vez… hipo… hipoalgo. No soy muy bueno con esos nombres —respondió frustrado.

Mi mente conectó las piezas rápidamente.

—¿Hipotensión? —sugerí.

—¡Eso mismo! —exclamó Tyler, claramente aliviado por recordar—. Se lo diagnosticaron cuando era una niña.

Todo cobró sentido. Si Camila padecía de hipotensión, la presión arterial baja era el detonante de su situación actual, especialmente después de someterse a tanto estrés físico y emocional. Las pruebas de resistencia y las tensiones de los últimos días podrían haber provocado una caída crítica en sus niveles de presión sanguínea.

—Debió haberle mencionado esto a Margaret antes de las pruebas. Le bajaron demasiado la presión, eso explica por qué está así. —Mi tono era clínico, pero la preocupación estaba presente.

—¿Eso es grave? —preguntó Tyler, su voz llena de ansiedad.

—Sí, es muy grave —respondí con calma—. Su presión está peligrosamente baja, pero si actuamos rápido, podemos estabilizarla. Necesito administrarle líquidos para aumentar su volumen sanguíneo.

—¿Entonces qué estamos esperando? —Tyler casi gritó, su desesperación palpable.

—Todo a su tiempo —respondí, tratando de mantener la calma. Sabía que no podíamos permitirnos errores ahora. Miré a Connor a través del retrovisor, quien seguía manejando en silencio—. ¿Podemos detenernos en una farmacia o un hospital cercano? Necesito un tensiómetro para medir su presión arterial y confirmar mis sospechas.

Connor me devolvió la mirada, evaluando la situación.

—Estamos cerca de una farmacia —dijo, ajustando su ruta según las indicaciones de Dante—. Me bajaré a buscar lo que necesites.

—Solo tráeme la máquina de presión, los suministros médicos estarán vencidos. No nos servirán —le advertí.

Dante desplegó el mapa y señaló la mejor ruta para llegar lo más rápido posible. Al cabo de unos minutos, llegamos a una farmacia medio destruida, saqueada, pero no quemada. La esperanza de encontrar lo que necesitábamos se aferraba a mí. Connor y Dante bajaron del auto apresurados, sus armas en mano por si el peligro acechaba dentro.

Mientras esperábamos, intenté tranquilizar a Tyler.

—Camila va a estar bien. Si es lo que creo, podremos tratarla —dije con suavidad, aunque la tensión era evidente en mis palabras.

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