~Capítulo 37~

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La impotencia es ese sentimiento desgarrador que se apodera de ti cuando todo se desmorona a tu alrededor, y por más que luches, sientes que tus esfuerzos no valen de nada. Es un ciclo de frustración que te paraliza, que te hace dudar si todo por lo que has peleado tiene algún sentido. En este momento, mirando a Dante desangrarse y a mis amigos peleando por sus vidas, esa sensación se apodera de mí con una fuerza aplastante.

Dante gime de dolor apoyado contra un pilar, su rostro pálido y cubierto de sudor. Sigo presionando la herida en su abdomen, tratando desesperadamente de detener la hemorragia. Pero el torniquete no está funcionando. Mi voz sale temblorosa cuando intento concentrarme en algo práctico.

— Debo ver si la bala salió —digo, aunque sé que no es un buen momento.

Él apenas tiene la fuerza para inclinarse hacia adelante, y cuando examino la herida, confirmo lo que temía: la bala sigue adentro.

— Solo tengo que sacarla y... —trato de calmarme, buscando una solución.

Pero Dante suelta una risa amarga, interrumpiéndome. Apenas puede hablar, pero lo intenta de todos modos.

— Emma... no te engañes... no voy a sobrevivir.

Sus palabras me atraviesan como un cuchillo. Nego con la cabeza, luchando contra las lágrimas.

— Deja de ser tan pesimista. Lo lograrás, solo tienes que resistir un poco más.

Intento enfocarme en cualquier cosa que me mantenga activa, pero cada segundo que pasa, me doy cuenta de que el tiempo se nos está acabando. Busco a Connor con la mirada, pero está enzarzado en una feroz pelea con varios guardias. Lo mismo ocurre con Tyler y Camila, que están luchando al otro lado del gimnasio. Estoy sola, con Dante muriéndose a mi lado.

De repente, siento un golpe violento en la cabeza que me deja desorientada. Caigo hacia adelante, casi encima de Dante. Un pitido agudo llena mi cabeza, haciéndome imposible concentrarme. Mi vista se nubla, pero puedo distinguir a un guardia acercándose a mí.

Antes de que pueda reaccionar, el guardia agarra mi cabello y me arrastra brutalmente por el suelo. Intento resistirme, patear, gritar, pero es inútil. Dante intenta levantarse para ayudarme, pero su herida es demasiado grave y solo consigue caer de nuevo al suelo con un grito de dolor.

Mis gritos finalmente alertan a Connor, que lanza un rugido de ira y corre hacia mí, atravesando a cualquier guardia que se cruce en su camino. Pero antes de que pueda llegar, el guardia me arroja al suelo con fuerza. Al levantar la mirada, veo a Margaret, su figura imponente delante de mí, sonriendo con esa calma aterradora.

— Tú haces todo esto mucho más complicado de lo que debería ser —dice, como si fuera una molestia más.

Con una señal de su mano, los guardias se detienen abruptamente. Ninguno dispara, ninguno pelea. Se quedan inmóviles, observando a Margaret en silencio. Esto llama la atención de todos en el gimnasio, y por un segundo, el caos parece congelarse.

— Dejen de luchar —ordena Margaret con una voz helada—. Es inútil. Sus vidas me pertenecen. Todo esto es una pérdida de tiempo.

Desde el otro lado, Camila y Tyler observan con ojos llenos de desesperación. Tyler intenta correr hacia mí, pero uno de los guardias lo intercepta, lo que provoca una feroz lucha. Connor sigue abriéndose camino hacia mí, pero está rodeado.

— Las personas no te pertenecen, Margaret. Somos libres de elegir nuestro destino. No puedes controlarnos —grito, aunque mi voz se quiebra por el dolor.

Margaret levanta una ceja, claramente entretenida por mi desafío.

— Oh, por favor. Ahórrate el sermón. He escuchado esa historia mil veces, y te aseguro que no me interesa lo más mínimo.

¿Por qué nosotros?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora