~Capítulo 11~

277 59 49
                                    


El silencio era denso, cómo si el aire mismo hubiese decidido no moverse.
Nadie hizo el más mínimo ruido. Todos nos manteníamos congelados en el lugar, cómo si un movimiento brusco pudiera desencadenar lo peor. Los segundos parecían eternos,estirándose dolorosamente hasta que uno de los guardias rompió el silencio.

—Esto es propiedad privada. — dijo, su voz grave y autoritaria lleno el lugar.

Camila, no pudo evitar la réplica, sus ojos recorriendo el lugar con desprecio.

— ¿Esto?—Repitió, fingiendo confusión mientras extendía las manos en un gesto teatral—. Yo pensé que era el baño.

El comentario hizo que uno de los guardias reaccionará de inmediato. Camino rápidamente hacía ella, empuñando su arma y colocandola con frusquedad contra su cabeza. Pero Camila no se inmutó. Alzó las manos en un gesto de aparente sumisión, aunque su mirada seguía llena de desafío. Era como si el miedo no existiera para ella.

Dante que estaba más cerca de ella, no pudo quedarse quieto. Dio un paso hacía adelante, intentando intervenir pero su intento fue en vano. Otro de los guardias lo interceptó con un golpe rápido en el estómago que lo hizo doblarse de dolor. Dante apenas emitió un quejido y se incorporó lentamente, su mirada fija en el guardia que apuntaba a Camila. Sus ojos llenos de furia contenida.

— Tranquilos, Chicos —Dijo Camila, su tono desenfadado como siempre—, Solo intento hacer el ambiente un poco más relajado. Está demasiado tenso aquí, ¿no creen?

El guardia no mostró ninguna emoción, simplemente presionó el arma con más fuerza contraste cabeza.

—Lo único que necesito de ti, muñeca, es que cierres la boca.

—Y yo quiero la paz mundial, pero parece que no todos podemos tener lo que queremos, ¿verdad, guapo? —
Respondió Camila, su tono llenó de sarcasmo mientras esbozaba una sonrisa autosuficiente.

El guardia no mordió el anzuelo y la ignoró por completo, dirigiendo su atención de nuevo a nosotros.

— La pena por entrar en zonas restringidas es una semana en el calabozo — dijo con frialdad— Sin comida ni agua.

Nos miramos entre nosotros, el miedo comenzando a hacerse evidente en nuestras expresiones. Pero el guardia no parecía interesado en detenerse ahí. 

—Pero, claro, ustedes han visto más de lo que deberían. Y Margaret no va a permitir qué eso quede impune.

—Qué crees que sabemos? —Intervine, sintiendo cómo la rabia empezaba a quemar mi interior—. ¿Qué están usando a las personas como cobayas en algún tipo de experimento demente?
¿O que todos están locos? Porqué eso ya lo sabíamos desde que llegamos.

El guardia sonrió con desprecio y acercó su rostro peligrosamente cerca del mío, reduciendo la distancia entre nosotros hasta que pude sentir su aliento.

—Qué estemos locos o no no es algo que deba preocuparte. Lo que realmente debería preocuparte es lo que puedo hacerte aquí, ahora mismo.

Antes de que pudiera responder, Dante, todavía recuperándose del golpe, se interpuso una vez más, su rostro endurecido por la determinación.

—Retrocede —ordenó, su voz firme, su mano temblando ligeramente pero sin apartarse del guardia.

El guardia apenas le dirigió una mirada, pero no se movió. Yo, por mi parte, mantenía la mirada firme, mi cuerpo tenso, pero decidida a no dejarme intimidar aunque por dentro la situación me estaba desgarrando. Sabía que Dante a pesar de sus constantes actitudes haría lo posible por defendernos.

¿Por qué nosotros?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora