Capítulo 7

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Capítulo 7



—¡Ni siquiera me acordaba de que era mi cumpleaños! ¡Qué cabeza la mía!

NaSeol sonrió con tristeza, dejándose caer sobre la cama de su pequeño estudio.

Le encantaba charlar con su abuela por teléfono porque despejaba su mente de cualquier adversidad. Después del día de hoy, tan ajetreado como agobiante, no había mejor idea que calmar el estrés. La había llamado en primer lugar para felicitarle el cumpleaños —no se cumplían noventa años todos los días— y para disculparse por no haber podido ir a la residencia por una urgencia en el hospital.

—¿Es que no te han felicitado en la residencia? —le preguntó.

Sopló sobre las capas de pintura rosa de sus uñas. Se las acababa de pintar como capricho y como forma de despejar su cabeza, pero la normativa del hospital prohibía llevar manicura, así que el lunes por la mañana le tendría que decir adiós a ese cuidadoso y rosado estilo.

—Ahora que lo dices, me han traído un trozo de bizcocho en el desayuno, así de la nada.

Estuvieron hablando un rato extendido. A pesar de su edad, la anciana tenía una agilidad mental y para el habla totalmente envidiable. Estuvieron charlando de los cotilleos varios de la residencia, de que el viejo Cho le echaba miraditas y de mil cosas más. Eso era lo que le gustaba de su abuela: jamás se quedaba sin temas de conversación. Si se acababan las novedades, recurría a las anécdotas y, cuando no, a meras quejas de la vida.

—¿Y qué es eso tan importante que me querías decir?

Si le soltaba el bombazo no habría marcha atrás, pero no podía esperar mucho más. Debía sacrificarse. Si su abuela se enteraba, el plan de Min YoonGi se consolidaría mejor que un contrato a papel o un  pacto se sangre. Habría boda, luna de miel, y todo lo que debiera haber. 

Estaría atada con cadenas al alocado plan del doctor sin viaje de retorno. Se tensó sobre la comodidad de la cama y, tras tomar una profunda bocanada de aire, dijo:

—He conocido a alguien. A un hombre. —Se hizo tal silencio que NaSeol fue a comprobar si la llamada se había cortado—. ¿Abuela?

Y el caos no tardó en llegar a partir de ese momento.

—¡Eh, viejos, tenéis que darme la pasta que nos apostamos! ¡Mi nieta ha conseguido novio! ¡Ya os dije que alguno caería! —se escuchó de pronto. La voz de su abuela sonó grave, como si hubiera salido directamente de su garganta, pero jovial y más que contenta. NaSeol supo que estaba hablando otros ancianos de la residencia—. ¡¿Habéis oído o no?! ¡Que mi NaSeol tiene novio! ¡Por fin! ¡Pensé que se me metería a monja! ¡Ay, qué alegría más grande! ¡Me va a dar algo!

Se la podía imaginar claramente de pie, dando vueltas por la sala con el resto de ancianos, brincando de alegría.

Se le pusieron las mejillas rojas y tuvo ganas de esconderse bajo la mesa. Estaba sola en casa y, aún así, sobre su nuca pesaban las miradas de todos los amigos de su abuela.

—¡Abuela! —exclamó con tono de reprimenda—. ¿Te has apostado mi vida sentimental?

—¡Y setenta mil wones que me llevo limpios al bolsillo! —La anciana expulsó un grito de júbilo.

—¿Cómo se te ocurre hacer eso?

—Entiéndeme, estar aquí es muy aburrido. Los viejos y yo tenemos que entretenernos con algo —justificó, aunque no convenció a NaSeol—. ¿Pero cómo es esto posible, mi niña? ¡No te haces una idea de lo feliz que me haces! ¡Háblame de él, vamos!

The Closest Friend » YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora