Capítulo 18
El hospital les había dado días libres y lo habían empleado para organizar la mudanza, porque ¡sorpresa!, mudarse era un absoluto grano en el culo. NaSeol había tenido que experimentarlo tres veces y no terminaba de cogerle el gustillo.
Lo único bueno que sacaba era que se deshacía de muchos trastos que no necesitaba para nada, como esa bolita antiestrés llena de pelusa que encontró en el hueco entre la pared y la cama, un juguete del menú infantil del McDonald's, tickets de compra que había estado guardando «por si acaso» y un montón de pintauñas secos y maquillaje caducado.
Al final, la caja de «para tirar» estaba mucho más llena que las que se llevaría a la casa de YoonGi.
Pero cuando revisó las tres cajas que se llevaría al nuevo apartamento, se dio cuenta de que faltaba algo. Rebuscó y rebuscó por diez agónicos minutos hasta que encontró la cajita de madera al fondo del armario. Ni idea de cómo había acabado ahí.
Por lo menos, el contenido seguía intacto: la caracola de mar de Tahití no había sufrido ningún daño.
No es que la guardara porque fuera una nostálgica de remate, ni mucho menos porque YoonGi se la hubiera regalado, solo que era... bonita. Le gustaban los colores.
YoonGi vino a buscarla con su coche —que, por cierto, menudo cochazo, a juego con la mansión, su nueva moto y, ahora que se fijaba, su ropa de marca—, y la ayudó con sus cosas. Las metió en el maletero mientras ella se despedía de su casera. La señora le dio un abrazo que no se esperó y la felicitó por su matrimonio, terminando con un «has enganchado a uno guapo» que causó que expulsara la más incómoda de las risas.
YoonGi no mentía cuando dijo que el apartamento era pequeño, diseñado para una persona. Honestamente, NaSeol había pensando que eso no eran sino las palabras modestas viniendo de un tipo que en realidad era asquerosamente rico.
Barajó la idea de que se presentara en una penthouse que te cagas, con portero automático y ascensor con musiquita, un 75% de ventanales que permitían al vecino verte pasear en bolas, un baño de mármol extraído de la Toscana y una cocina al estilo americano con fogones de gas y dos hornos.
Pero no.
Lo único que tenía el recién apartamento de YoonGi era la cocina americana, pero tenía vitrocerámica de inducción y solo había un horno. Ni siquiera tenía nevera pero sí una pequeña encimera con dos taburetes y bastante luz. La claridad y las paredes blancas daban una sensación de espacio.
Entró con su caja más pesada, con cuidado de no tropezarse. YoonGi sacó del ascensor —sin musiquita, y desobedeciendo el estatuto número 15 sobre la prohibición de usarlo como montacargas— las otras dos cajas.
Después cerró la puerta del apartamento, se sacudió las manos y dijo:
—Bienvenida a casa.
Casa. Más casa que su estudio era, eso seguro. El recibidor, el salón y la mini cocina compartían espacio. El recibidor era lo único que estaba enteramente amueblado —quizá porque solo era un espejo y un mueble de madera clara para dejar las llaves y guardar los zapatos—.
El salón no tenía nada que remarcar, principalmente porque no tenía nada: ni un sofá, ni una mesilla, ni siquiera un televisor. Solo había un ficus de plástico —se veía la etiqueta de IKEA desde aquí— en la esquina, y algunas de las cosas que YoonGi había desembalado por aquí y por allá.
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The Closest Friend » Yoongi
Fanfic❝Casi toda vida he estado enamorada de la misma persona, pero eso no significa que lo estaré el resto de ella❞ Oh, el amor no correspondido..., ¿trágico, a que sí? Duele, apena y te hace suspirar en búsqueda de algo que nunca jamás llegará. Pero est...