The Closest Friend » Yoongi

Capítulo 41

Capítulo 41

(Por favor, aseguraos de haber leído el capítulo 40)

Cuando terminó de contar la historia, YoonGi se dio la vuelta y salió del columbario.

Ella fue tras él. Atravesaron el pasillo central, la sillita del guardia, que seguía dormitando, y las puertas de cristal. YoonGi bajaba tan rápido las escaleras que a NaSeol le costaba seguirle el ritmo.

La lluvia arreció con fuerza, como si los cielos se hubieran enterado también de la verdad. Como si estuvieran enfadados con NaSeol.

Pero se lo merecía. Que YoonGi saliera corriendo, que la lluvia atacara. Que se quedara sola. Entendería que YoonGi no quisiera verla nunca más. Porque es lo que se merecía. Porque había roto una familia. La había destrozado. Y vivir dignamente era lo último que debía serle otorgado. 

Ninguno de los dos se dispuso a abrir el paraguas.

YoonGi se dio la vuelta y enfrentó a NaSeol, cuyos mechones se le pegaban al rostro. Las gotas se resbalaban sobre la tez de ambos, goteando en la barbilla. Los alrededores seguían vacíos, el edificio del columbario imponente y el cielo negro, encapotado con unas nubes tan espesas que costaba creerse que el sol aún brillaba por encima. Que existía sol alguno.

La respiración de YoonGi era agitada. No por la carrera, sino por su propia angustia. Le faltaba el aire. Se desabrochó el abrigo y tiró del cuello de su jersey.

El mundo daba vueltas. Giraba, giraba y giraba. No sabía dónde estaba el norte, ni el sur. No sabía dónde estaba él. No sabía nada y a la vez tenía la certeza de haberlo descubierto todo.

Sus pies hicieron una danza mientras trataba de reajustar el ritmo de su respiración.

Vueltas, vueltas y más vueltas.

NaSeol trató de detener ese baile de locura.

—Sé que debes odiarme, y quiero que sepas que lo sien...

YoonGi levantó una mano en significado de que no hablara. Estaba luchando con todas sus fuerzas para no hablar. La sangre latía tras sus orejas. Rugía por sus venas. Rabia, miedo, desolación o consuelo... No sabía qué era.

NaSeol volvió a intentar tocarle, pero él se apartó de inmediato. El corazón de ella se estrujó. Se drenó.

 Cuando YoonGi por fin habló, su voz sonaba tan débil que ni siquiera parecía suya.

—No... no te acerques —no fue rudo. Miró a NaSeol directamente a los ojos—. Por favor.

Ella asintió con la cabeza, obedeciendo.

—Yo... De haberlo sabido antes, ten por seguro que te lo habría contado. Lo siento. Lo siento tanto, YoonGi. Todo esto ha sido mi culpa.

—Ni en... un millón de años culparía a una niña de diez años por la muerte de tres personas. Tampoco te odio, pero... —Sonaba al borde del colapso—. Necesito despejar la mente, NaSeol. Esto es... demasiado.

Él hizo el amago de marcharse.

—No te vayas. P-Por favor, no lo hagas. Hablemos.

Y no supo cuál de todas las cosas que dijo lo ocasionó, pero el implacable muro que YoonGi había construido se demolió como si nada. De pronto costaba demasiado permanecer de pie. Sus rodillas cedieron y se sentó en el suelo. Su mente se perdió del mismo modo en que lo hizo su mirada. Solo sonaba en su mente el repiqueteo de la lluvia.