Capítulo 44

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Capítulo 44



La cálida brisa entraba por la ventana. Zarandeaba con suavidad la cortina blanca de lino, permitiendo la entrada de un sol veraniego, aún con el color del mediodía. Era el primer día de sol después de tres de incesante lluvia. Los alrededores de hierba eran fango y todavía se podían atisbar a los despistados caracoles. El cielo estaba despejado, se escuchaba el piar de los pájaros y también el de las olas romper contra el acantilado.

NaSeol salió de la cama y se acercó a la ventana. Reclinándose sobre el alfeizar, entrecerró los ojos para buscar la figura que se encontraba rodeado de espesa hierba hasta las rodillas. Sonrió con sutileza; YoonGi estaba admirando, como de costumbre, uno de los muchos barcos mercantiles que cruzaban de un lado al otro del horizonte.

Antes de acudir a su encuentro, se fijó en el espejo del tocador. Levaba un pulcro camisón blanco, la tez limpia y el cabello suelto. Estaba tan guapa como a YoonGi le gustaba. Nunca se había visto tan sencilla y hermosa.

Hasta que apareció ese profundo e inquietante corte debajo de su ceja y de ella comenzó a caer un río de sangre. 

Confundida, fue a palparse la herida. Sus manos se empaparon de sangre y las gotas carmesí se desplomaron al suelo y la madera del tocador. Antes de poder entender nada, una presión en su garganta la hizo toser. Cuando se apartó las manos de la boca, estas estaban aún más ensangrentadas. La sangre más brillante se juntaba con la más espesa de los coágulos. Su vestido dejó de ser blanco.

Su felicidad dejó sitio al miedo.

Apurada, asustada y nerviosa, salió del dormitorio y se envalentonó escaleras abajo. En algún punto entre el décimo y el decimoquinto escalón, el libre albedrío de su cuerpo descontrolado sintió algo semejante al volantazo de un coche, haciéndola golpearse contra la pared y tropezarse. Se agarró a la barandilla, deslizante por la sangre de sus manos, y consiguió recuperar el equilibrio.

Debía llegar hasta YoonGi.

Escaleras abajo, solo le dio tiempo a correr un par de pasos antes de que un grito de dolor profiriera de su garganta. En las plantas de sus pies se clavaban cristales rotos. Nueva sangre salió de ella. Las lágrimas se aglomeraban en sus ojos, pero siguió adelante. YoonGi. Él podría ayudarla. Él la salvaría.

Puso un pie fuera de la casa y sus pies se aliviaron. Gritó el nombre de YoonGi mientras se acercaba a él como buenamente podía.

Una.

Dos.

Tres veces.

Pero él no escuchaba.

No la oía.

Un dolor atroz atacó su pierna derecha y cayó de bruces al suelo. Se ahogaba con su sangre y con la alta hierba. Volvió a llamar a YoonGi en un grito a la desesperación, un llanto sinigual. Le llamó siendo aquello lo único que podía verse con fuerzas para hacer..., pero él seguía sin escuchar. ¿Por qué, por qué, ¡por qué!? ¿Por qué no la oía?

En el último suspiro de sus fuerzas, consiguió ponerse en pie; solo para recibir ese mazazo en el pecho, en el corazón, apenas unos segundos después. Perdió el equilibrio y consiguió caer con su rodilla buena al suelo. Con los ojos abiertos al máximo, la sangre borboteando de todos los puntos, se llevó la mano al centro del dolor y apretó con saña la tela de su camisón. El golpe había sido tal que era incapaz de respirar.

NaSeol puso su mano sobre el corazón y trató de notar. De escuchar.

Y se dio cuenta que dentro de ella solo había una caja de música rota. Una caja que no sonaba, que no latía.

The Closest Friend » YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora