Capítulo 38

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Capítulo 38



YoonGi se posicionó sobre el cuerpo dormido de NaSeol, quien no tardó en abrir los ojos y coger una gran bocanada de aire. Se miraron a los ojos, hinchados y poco acostumbrados a la luz de la mañana, y ella le dedicó una pequeñísima sonrisa adormilada. Le dio los buenos días con voz ronca y YoonGi le devolvió las mismas palabras.

Le besó la garganta y fue descendiendo por el pecho, el esternón, la tripa, hasta llegar más abajo del ombligo.

—¿Qué estás haciendo? —se carcajeó NaSeol a la par que YoonGi desaparecía por debajo de la sábana. Le acarició las piernas antes de abrirlas. Ella volvió a reír—. ¿Ahora? ¿A estas horas?

—Ignoraba que hubiera una buena hora para hacerlo —replicó con la voz amortiguada.

—No, pero...

Sus palabras fueron interrumpidas cuando YoonGi trabajó sobre su centro. Lamió, succionó y presionó allí donde NaSeol podía sentir placer. Ambos estaban desnudos por el sexo nocturno que habían tenido luego de salir de la ducha. Se dejó hacer, siendo sostenida cada vez que sus piernas amenazaban con cerrarse o su espalda se encorvaba. Su voz replicaba suspiros y palabras que YoonGi no alcanzaba a escuchar con claridad.

¿Qué podría actualizarle a la doctora Cho además de que seguía totalmente obsesionada con el sexo con YoonGi? No había durado ni veinticuatro horas en su misión. Había fallado. Fracasado como Jack al subir a la tabla o Voldemort en sus numerosos intentos de acabar con Harry Potter. 

Por el bien de su orgullo, la próxima vez que viera a Cho le echaría toda la culpa a YoonGi. Era insaciable, un buscón y hacía demasiado bien el sexo oral como para rechazarlo. Era superior a sus fuerzas. Su kriptonita. Y eso que no le gustaba Spiderman; ni ninguna otra película de superhéroes. Excepto el Capitán América. Ese sí que le gustaba. (¿O quizá lo que le gustaba era su gran martillo?)

Pero toda la chispa terminó abruptamente cuando llamaron al timbre. Aunque NaSeol se medio incorporó en la cama, apoyándose con los codos y soltando un jadeo involuntario por culpa de esa lengua que hacía maravillas, YoonGi no tenía intención alguna de dejarla ir.

—Han llamado a la puerta.

YoonGi gruñó en respuesta, dándole a entender que él también lo había escuchado. NaSeol quedó en alerta unos segundos más, pero visto que el doctor iba a hacer caso omiso, se volvió a relajar y se dejó caer de vuelta sobre la almohada. Cerró los ojos y se reacomodó; no tardó más de cinco segundos en expulsar un gemido.

Solo necesitaba unos segundos más... unos segunditos de nada... y... y...

Y volvieron a llamar al timbre.

Ahora fue YoonGi quien hizo el amago de incorporarse, pero NaSeol se lo impidió sujetando su cabeza y encerrándole entre sus piernas, casi rogándole que continuara. Él, por supuesto, obedeció. «No pares», le pedía. Cualquier cosa que estuviera al otro lado de la puerta no debía de ser tan importante; no requería su atención, ni su tiempo..., ni su orgasmo.

Pero entonces llamaron continuadamente al timbre, justo antes de aporrear la madera.

NaSeol levantó la sábana. YoonGi le devolvió la mirada de entre sus piernas. Tenía todo el pelo revuelto, la cara algo enrojecida por la postura y el calor, y su boca y mentón brillaban por la mezcla de fluidos y saliva.

—¿Has pedido algún paquete? —le preguntó ella.

—Unos libros, pero no llegaban hasta dentro de tres días.

The Closest Friend » YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora