Capítulo 31

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Capítulo 31



NaSeol salió a trompicones del agua, tiritando de frío. El kimono se pegaba a su figura y el viento la sacudía. Se abrazó a sí misma en un amago de mantener el calor. YoonGi iba tras ella, a unos cuantos pasos por detrás, mirando al guardacostas que les apuntaba con la potente linterna, como si tuviera toda la intención de dejarlos ciegos.

—Hay viento fuerte, el mar se ha embravecido y hay corriente de retorno —hizo saber el guardacostas con tono enfurecido—. ¿Cuántas más señales necesitan para no meterse en el agua? ¿Acaso quieren morir ahogados?

—Relájese, hombre —respondió YoonGi, agachándose para tomar de la arena la toalla arrugada que había tirado antes de cargar a NaSeol y meterla en el agua. Ella tomó la suya, envolviéndose como una niña pequeña—. Tampoco es para tanto.

—Tienen suerte de que esté de buen humor, de lo contrario les habría puesto una multa. —¿A eso lo llamaba bien humor?

—Discúlpenos, señor —se adelantó a pedir NaSeol—. No nos habíamos dado cuenta de que era peligroso.

—No me digas —replicó cascarrabias—. Márchense a casa y cierren las ventanas. Va a caer una buena esta noche.

El guardacostas por fin se marchó con viento fresco y, cuando estuvo lo suficientemente lejos como para no escucharlos, los dos se echaron a reír con una mirada cómplice. Los labios de NaSeol aún cosquilleaban y sentía la intromisión de la lengua de YoonGi jugueteando con la suya. Se obligó a apartarle la mirada mientras él se pasaba con rudeza y descontrol la toalla por el cabello y empezó a andar en dirección a la casita.

NaSeol le siguió a unos metros de distancia, sus pies pisando las huellas deformes de la arena que las pisadas de YoonGi dejaban marcadas. Había algo apremiante en la boca de su estómago. Un remolino de nervios y emoción, pero sabía que debía relajarse. Comportarse con madurez era ahora su prioridad, porque lo último que necesitaba era que YoonGi fuera testigo de sus ganas de brincar como una niña pequeña. Ni siquiera ella entendía por qué estaba así de... eufórica.

Seguramente se debiera a que, cada vez que YoonGi la besaba, se sentía más y más deseada por él. Había algo en todo eso que aumentaba su ego y su confianza. Dar y recibir un beso de verdad, un beso como Dios mandaba, era gratificante y glorioso. Además de que había sentido, en lo más profundo de su ser, que aquello había sido más que las otras veces. 

No había sido unir los labios y ya, como el día de su boda. Esto había sido mucho más. Quizá comparable con la noche en el hotel, con su cuerpo expuesto ante él. Quería... deseaba, si bien no rogaba, por entregarse a YoonGi y ser bien recibida. Quería toques, caricias, jadeos, palabras sucias y revolcones en la cama.

Quería hacerle el amor al igual que quería que YoonGi le hiciera el amor.

Apretó los labios hacia dentro para no parecer una adolescente que se acaba de topar por primera vez, cara a cara, con el deseo masculino. Un deseo que ella había causado.

Pero YoonGi no comentó nada del beso. No era como si estuviera esquivando el tema, o como si jamás hubiera ocurrido, más bien como si no le diera mucha importancia. ¿Era para él esto lo normal? ¿Besar a una chica, no darle vueltas al asunto? Al fin y al cabo eran adultos, pero... se acababan de casi devorar a la deriva en el mar y él lucía igual de tranquilo que si se acabara de levantar de la siesta.

A NaSeol esa reacción no le gustó, sobre todo porque ella no podía simplemente ignorarlo y pasar página.

No pudo en el hotel, no pudo en la cocina, mucho menos podría ahora.

The Closest Friend » YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora