Capítulo 5

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Capítulo 5



Debía ser el sábado más caluroso de todo julio, de todos los julios en la última década. NaSeol no recordaba haber vivido un calor semejante en toda su vida. Tenía ganas de quitarse la ropa y pasearse desnuda por el barrio hasta acabar detenida por exhibicionismo. A pesar del ligero vestido lila floreado y su cabello recogido, no sentía un ápice de frescor.

Estaba batallando con el helado de vainilla que se le derretía en nanosegundos cuando escuchó que alguien estaba llamándola. Con la peripecia de sus dedos meñiques y las partes sin manchar de sus manos, sacó el móvil del bolso y atendió a YoonGi.

—No me acuses de impuntualidad. Todavía quedan treinta minutos para que se haga la hora de quedar en la joyería —se adelantó a aclarar sin pararse a decir hola.

—Te has manchado de helado el vestido.

Frunció el ceño. Bajó la mirada a su ropa y, efectivamente, vio una mancha blanquecina justo en la curvatura de su pecho izquierdo. Ay, Dios. Literalmente, lo había recogido del tendedero aquella misma mañana y ya tendría que meterlo en la lavadora otra vez (si es que no acababa frotándolo con saña y punto pelota). Luego le dio un par de vueltas a las palabras y se alejó el aparato para saber si estaban en videollamada.

—¿Cómo lo has sabido?

—Porque te estoy viendo.

Ella se cubrió el cuerpo como pudo.

—¿Pero qué dices? Qué mal rollo. —Se levantó del banco de la marquesina y observó a todas partes. Solo halló carretera, coches y gente aleatoria. De pronto, sintió una mano poniéndose sobre su hombro. Sobresaltada, giró rápidamente sobre sí misma con tan mala suerte de manchar de helado a otra persona—. ¡Oh! ¡Disculpe! ¡Yo no...! Ah. Eres tú. —Su expresión se relajó al ver a YoonGi, pero después volvió a ser una de sorpresa—. Espera. ¡Eres tú! ¿Qué haces aquí?

YoonGi había abierto sus brazos observando su camiseta negra llena de helado. Cerró los ojos y contó hasta diez, tratando de tranquilizarse.

—He pensando que estaría bien ir juntos a la joyería —explicó, agarrando el borde de la camiseta para evitar que la gota blanca de helado siguiera bajando—. Maldita sea.

—Yo... lo siento. Espera. —Se metió lo que le quedaba de helado en la boca y, jugueteando con la lengua con el palito de madera, abrió su bolso y sacó unos pañuelos—. Deja que te ayude.

—Me has arruinado toda la ropa —se quejó.

NaSeol le miró a través de las pestañas y, sin pudor alguno, le agarró la camiseta al doctor y empezó a frotar el pañuelo. El gesto confianzudo dejó algo traspuesto a YoonGi, quien tragó saliva con rudeza y sintió sus mejillas calentarse suavemente. Carraspeó la garganta y apartó la mano de NaSeol de encima.

—Para, para, estás haciendo la mancha más grande.

—Pero se está yendo el blanco. Cuando se seque, estará perfecto —afirmó ella convencida.

—No, quedará un surco petrificado. —YoonGi negó con la cabeza—. ¿Acaso no sabes comer helado o qué?

En verdad, no. Por eso era de las que compraba tarrina en las heladerías, pero hoy se había decantado por un polo de vainilla del veinticuatro horas que estaba cerca de su casa.

—Oye, que has sido tú el que me ha asustado. —Se cruzó de brazos e hizo un puchero—. Y ya te he dicho que lo siento. Te la lavaré y la llevaré planchada al trabajo —hizo saber—. De todas formas —recordó—, ¿qué estás haciendo aquí? Vives en la otra punta de la ciudad.

The Closest Friend » YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora