Capítulo 10

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Capítulo 10



YoonGi, o bien su familia, eran asquerosamente ricos. O al menos eso era lo que le decía esa despampanante casa.

Tenía techado a dos aguas y una fachada de estilo mediterráneo, con ventanales arqueados, los cuales estaban abiertos, y de una de ellas asomaba una fina cortina blanca que danzaba con la sutileza del débil aire que corría aquella noche de viernes.

Junto a la entrada principal, con un porche bien dotado de sillas y una mesa de madera, había hiedra enriquecida con grandes flores rosas que ascendía hasta enroscarse en los barrotes de los balcones, propios de un teatro de Shakespeare.

El lujo del jardín no se quedaba muy atrás: la entrada de vehículos acogía dos coches de alta gama, los setos y el césped estaban pulcramente cortados y el árbol que adornaba el patio delantero daba sombra a un banco de madera, perfecto para las tardes soleadas de lectura.

No necesitaba que nadie le dijera que esa estructura de cristal que se veía al fondo era un pequeño invernadero particular, entretenimiento de cualquier amante de las plantas, y tampoco le extrañaba que tras la mansión hubiera una piscina, a una pista de pádel o un establo con el mejor pura sangre árabe.

NaSeol tenía la mandíbula rozando el suelo. De pronto, su vestido verde comprado en las rebajas del centro comercial y su humilde bandeja de galletas caseras la hacían sentir pequeña. Pequeña y pobre. Casi una mendiga.

Iba a hacer el ridículo frente la madre de YoonGi y esta urbanización estaba en el culo del mundo como para huir corriendo..., sobre todo con los tacones que llevaba.

—No me has dicho que fueras rico.

—No lo soy. Mi madre lo es —dijo YoonGi.

—Es lo mismo.

—Si tú lo dices...

¿Por qué vivía con HoSeok en ese barrio de clase media, pudiendo tener todo este lujo alrededor? Podría ser un vago intento de sentirse como la mayoría de la población cuando en realidad pertenecía a la minoría privilegiada.

—Todo lo que tengo es por mi propio dinero, conseguido con mi trabajo como doctor. Esto es... una excentricidad de mi madre y la herencia que le dejaron mis abuelos —explicó, haciendo un ademán con la mano como si todo lo que vieran no fuera más que excesos que no le gustaban—. Ni siquiera me crie aquí, mi madre se mudó cuando se quedó...

No terminó la oración, y ella se dio cuenta, pero tampoco le instó a continuar.

NaSeol tomó una profunda bocanada de aire y sujetó con más firmeza las galletas.

—Es una casa... intimidante.

YoonGi no respondió.

—Voy a hacer el ridículo con estas galletas —suspiró ella—. Debería haber traído un vino, o una caja de bombones. De esos caros con el envoltorio dorado.

—Te has esforzado en hacerlas —respondió él, poniendo una de sus manos en el bolsillo de su pantalón—. A los niños les gustará.

—¿Niños?

YoonGi asintió.

—Sí, mis sobrinos.

Miró la hora en el reloj y se acercó al porche por el camino empedrado que atravesaba por mitad del impecable césped recién cortado. Olía bien, y también llegaba el fuerte olor de la tierra mojada por los riegos automáticos.

The Closest Friend » YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora