Cap. 5

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Ustedes deben de ser más cuidadosos, no pueden andar por ahí sin fijarse donde pisan. Mira que ir y pasarse a territorio de los Wanna, no podían ir hacía las tierras de nadie, o hacía el Reino de Lotos. No, debían ir hacia el territorio que gobierna ese horrendo, maleducado, narcisista, feo, estúpido, imbécil, supuesto emperador de Wanna, porque para ser un emperador no tiene modales, no sabe tratar a las chicas ¿Y ya mencioné que es un estúpido? No puedo creer que de verdad está a la cabeza de un imperio, con ese carácter no me sorprendería que toda Wanna se vaya a la ruina ¡Ah! Mi humor no estaba tan mal ¿Por qué tuve que encontrarme con él? ¿Por qué tengo que tener tanta mala suerte?

Todo el camino Li estuvo desahogándose, con las palabras escritas anteriormente, y con otras que no pueden incluirse en un libro apto para todas las edades. Cheng rogaba internamente que algunos de sus amigos llegaran con caballos, él odiaba los caballos, pero prefería matar el tiempo intentando no entrar en pánico por la presencia de estos equinos, que estar escuchando a Li hablar y hablar sobre el Emperador de Wanna. Se preguntaba cómo no se había ahogado con sus propias palabras aún.

Su deseo de que Li hiciera silencio se cumplió pero no de la forma que quería. Se vieron rodeados por una numerosa manada de hienas, una cantidad muy anormal para unos cuadrúpedos que no habitaban en la zona.

Solo Li y Cheng tenían experiencia en batallas, los siete jóvenes, aunque habían empezado un entrenamiento, no tenían experiencia ni estaban adelantados, ninguno de ellos era compatible con la energía espiritual, por lo que no habían tenido el mismo entrenamiento que los que sí, dicho entrenamiento empezaba desde los cinco años.

Ellos retrocedieron agrupados, Li y Cheng se mantuvieron en posición defensiva hasta que las hienas atacaron. Fue difícil para ellos luchar mientras protegían a los jóvenes, que al verse atacados se dispersaron.

Uno de ellos ello a correr por el mismo camino que habían recorrido, el interponerse en el camino de las hienas para que no le siguieran, le costo a Li una herida en la pierna izquierda.

El joven de nombre Shill, corrió lo más rápido que pudo hasta la frontera. Shenta estaba allí todavía echando humos, algunos de los guardias estaban arrodillados frente a él, afligidos y mirando al suelo.

Solo levantaron la mirada con los gritos de auxilio exclamados por Shill, al ver su rostro Shenta sintió que algo iba mal. A Shill le costó gesticular las palabras correctamente, y en medio de sus gagueos, Shenta entendió las palabras 'hienas' 'ataque' 'manada'. Pensó en no prestar atención, hacerse de la vista gorda, sabia del nivel de Li, unas cuantas hienas no serían problema ¿Pero si eran muchas? Últimamente habían aumentado los avistamientos de estas, y eso no era para nada un buen augurio.

Estaba sintiendo el remordimiento de conciencia, sin todavía llegar a una decisión, cuando otros gritos de auxilio se escucharon, y tan rápido como la figura de un joven se vislumbró, esta desapareció bajo el cuerpo de dos hienas, que en cuestión de segundos lo desmembraron.

Salidos de la conmoción le dieron muerte a los mamíferos, y Shenta ordeno a unos hombres ir con él, mientras los otros se preparaban para partir lo más pronto posible.

Cuando llegaron donde estaban Li y los otros, la vista hizo que el corazón de Shenta se encogiera: la vestimenta de Li estaba desgarrada, manchada de sangre, su cola se había desecho, dejando su cabello caer libre, lleno de rebeldía.

Había dos cuerpos sin vida, y cuatro jóvenes heridos, ellos no tenían armas, pero se habían defendido, o eso intentaron, tomaron ramas que rápidamente fueron hechas trizas y luego recurrieron a las piedras que eran bastante escasas, al final no les quedo de otra que arrinconarse en un árbol, manteniéndose alertas.

Incluso con la llegada de Shenta y sus hombres, el ritmo de batalla no disminuyo, las hienas seguían llegando, siendo oponentes más fuertes de lo que se puede creer.

Cuando el sol estaba cayendo llegaron refuerzos de ambos lados: los amigos de Li y Cheng, quienes al ver que pasaba el tiempo y no había señales de ellos, decidieron ir en su búsqueda, afortunadamente llevaron sus armas consigo; y los hombres de Shenta, a quienes les había tomado más de lo esperado salir.

Con nuevos individuos sumados a la batalla y la noche a la vuelta de la esquina, fue turno de las hienas retirarse, y tanto Shenta como Li, escucharon el suave silbido que sirvió de alarma para las hienas, pues después de escucharlo empezaron a retirarse.

Li paseo su mirada por su alrededor, había varios cuerpos de hienas, esto le daba un poco de satisfacción, saber que se logró asesinar a tantas, pero no podía estar feliz, no cuando su vista le confirmo que había perdido a dos de los jóvenes.

Cerro sus ojos mientras apretaba su boca, su látigo tomo un color más intenso, lanzando chipas de energía. Fue esto lo que atrajo hacía ella la mirada de Shenta, quien pensó se había vuelto loca, pero su corazón volvió a encogerse cuando la vio alejarse y estrellar el látigo contra unos árboles, partiéndolos a la mitad. Observo como sus manos se apretaban, como sus pasos eran pesados, como sus compañeros la miraban con pesar.

Cuando Li se dio la vuelta sus ojos estaban apagados, cubiertos por una delgada capa transparente y reteniendo las lágrimas.

Li —Cheng se acercó un poco —estas herida, por favor no te exijas

Estoy herida pero estoy viva, ellos no pueden decir lo mismo

hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos

Es normal ganar y otras veces perder —Shenta hablo mientras se ponía de rodillas frente a la cara de una de las hienas muertas, preguntándose porque de repente quería consolar a Li —no te aflijas, si bien es lamentable fue algo inevitable

¡No! Pudo evitarse, si tus hombres no me hicieran perder el tiempo cuando llegue

¿En serio crees eso? Te atacaron enseguida saliste, eso me dice que te estaban esperando, te atacarían sin importar el horario en que salieras. A parte, si no te hubiesen retenido no me llegaría el mensaje de tu presencia, y no estaría aquí

¿Y que si estabas o no? Es muy obvio que puedo defenderme sola, no necesito de tu misericordia

Li —Cheng decidió intervenir al escuchar el tono de Li —solo calmémonos, casualidad o no, ya paso y no podemos hacer nada. Emperador Shenta, muchas gracias por la ayuda brindada, espero entienda el estado de ánimo de la Princesa Li.

Shenta no dijo nada, solo intercalo su mirada entre Cheng y Li, al final solo asintió, y Li no volvió a decir nada. Los cuerpos fueron recogidos, y el grupo de Guepardos se preparó para partir acongojados.

Li, no siempre podrás saber a todos, perder a algunos no te hará peor ni mejor líder, es algo que no puedes evitar, solo puedes aprender a vivir con ello. Lastimosamente también debes acostumbrarte —Shenta se había acercado a Li antes de que se fuera

¿Por qué? ¿Por qué debo de acostumbrarme a ello? ¿Por qué no puedo salvarlos a todos? Eran inocentes, solo jóvenes cazadores, tenían toda una vida por delante. Es mi culpa que estén muertos.

—¿Cómo puede ser tu culpa? Solo eres una humana, no puedes salvarlos a todos, solo puedes esforzarte por salvar a la mayoría, pero casi siempre habrá perdidas, es parte de la vida. No te aflijas por los que no pudiste salvar, porque si bien algunos murieron otros siguen con vida. Así que no te martirices. 

El Diario de una Reina AmadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora