Cap. 35

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—¡Li! —Yuna corrió al encuentro de su mejor amiga, no demorando para abrazarla con todo el cuidado que su emoción y alivio por verla le producía. Li inhalo profundo correspondiendo el afecto y esforzándose por no romperse, se había hecho la promesa de no llorar más ni mostrarse débil por su nueva condición.

Yuna la condujo a casa, fue recibida por todos con alegría, pero ella podía ver los destellos de tristeza que todavía les afligían, en ese último ataque muchos perdieron la vida, otros terminaron con varias heridas, aunque la peor la recibió ella, y se preguntaba si ellos lo sabían, si ya sabían que no podía seguir siendo su líder, menos quien les protegiera.

Al enterarse de su regreso y de que se había ido sin avisarle a Shenta, Cheng pego el grito al cielo, le recrimino y recordó inconscientemente lo sucedido la otra vez que había partido así. Aunque el tiempo había pasado, era un tema sensible, pero no culpo a su amigo, lo entendía. Solo le dijo que no podía seguir allí, solo quedaba ella de Guepardos, los demás ya habían sido traídos de regreso. Claramente, omitió lo que había escuchado, no quería una razón más para ser tratada con lastima.

Era de esperarse que los reyes se enterarían de su regreso, pidiendo verla, pero Li se tomó su tiempo, recriminándose a sí misma cada que el pensamiento de que sus padres la consolarían invadía su mente, esas personas ya le habían dejado en claro que no era nada para ellos, y lo más seguro se alegrarían de saber lo que le paso. Por otro lado debía saber si ellos estaban al tanto de la traición del Mayor Zen, pero desconocía como abordar el tema sin que se involucraran en sus típicas discusiones.

Dos semanas después de su regreso, luego de haber visitado las tumbas de sus compañeros, quemar incienso para ellos y para sus abuelos, se decidió a ir al palacio. La mirada de los guardias le hizo sospechar que su nueva condición era sabida.

—Por fin nos ha considerado la guerrera estrella dignos de su presencia.

Li suspiró, esperar recibir otro trato era una pérdida de tiempo.

—Sus Majestades querían verme

—¿Nos consideras tus reyes todavía? ¿No debería ser este lugar el primero que pises al regresar? ¿No fuimos nosotros quienes te trajimos al mundo?

—Mis reyes lo son, pero ¿acaso no soy una persona no grata aquí? ¿por qué vendría a este lugar solo para recibir un trato hostil?, y con respeto a ser quienes me trajeron a este mundo, permítanme ponerlo en duda

—Ni siquiera porque ahora no eres más que una persona inútil cambiaras, hermanita ya no estas en posición de ser tan arrogante

—Arrogante no soy su Alteza, pero reconozca que siendo como soy ahora sigo siendo más útil que quien se sienta en su cómodo asiento repleta de joyas sin ninguna preocupación mientras sus súbditos van a luchar hasta la muerte

—¿Y quién los lleva a esa muerte? No olvides que eres responsable de cada una de esas muertes —Li miró a su padre, por segunda vez los reyes de Guepardos podían ver esa mirada de dolor en su hija mayor, la primera fue cuando murieron los antiguos reyes, y esta vez por un tema que seguía reciente.

—Si sus Majestades me llamaron para esto, me retiro, tengo penas que llorar.

Li se giró en dirección a la puerta, había dado unos pasos cuando la voz airosa de su madre sonó— Todavía no hemos terminado, no te hemos dado permiso para irte

—No me importa, mi condición de ahora no significa que deba de soportar sus comentarios. —aun si girarse les habló— No soy su hija, solo soy una persona inútil e insignificante que vive en Guepardos, no soy digna de estar frente a sus Majestades.

A paso rápido salió de allí, recriminándose lo sensible que estaba, se supone que las palabras de los reyes de Guepardos no debían dolerle, pero lo hicieron, sus ojos estaban empañados con las lágrimas que no quería derramar, estaba cansada de llorar y se había prometido que ya no lo haría, tenía que seguir siendo fuerte.

En el salón los dos reyes tenían expresiones contrariadas, la reina miró a su esposo, y luego llamó a uno de los guardias. Tomando una caja oculta detrás de su asiento, el rey se la entregó al guardia —Envía esto a la posada Luan, que se lo entreguen a la Princesa Zen.

—¡Papá! —la princesa heredera tenía una expresión de sorpresa— ¿Qué le enviarás a esa traí...?

Sus palabras se cortaron al ver la mirada que su padre le dirigía, miró entonces a su madre en busca de apoyo, pero está desvió la mirada —Me siento agotada, me iré a descansar.

Sin decir nada el Rey también se puso de pie, dejando a Mei sola, el rostro de está reflejo la molestia que comenzaba a sentir, ella era la favorita, la heredera, su hermana mayor no le quitaría lo que era suyo.

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Feliz año nuevo, mis mejores deseos para quienes llegaron hasta aquí.

El Diario de una Reina AmadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora