Cap. 30

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Li ya había estado demasiado tiempo quieta, no podía soportar más ver como aquellas hienas asesinaban a sus compañeros.

Quizás ella tenía la culpa, la gran mayoría estaban heridos, todos sin excepción estaban agostados, ni veinticuatro horas habían pasado, el contraataque era de esperarse, y ella había actuado impulsivamente, como consecuencia solo podían defenderse pobremente.

Tomando la espada de un compañero que cayó a su lado, comenzó a luchar también, bajo la furiosa mirada de Cheng, quien ya le había pedido que se retirara, estaban más cerca de Guepardos que de Wanna, pero ir hacia allí sería más seguro que su propio reino, pero Li se había negado. Por lo menos Cheng podía darle el crédito de que había durado bastante antes de involucrarse.

Aquel hombre sonrió, quizás deba ayudarla a escapar de este mundo que tan cruel era con ella.

Li era de los mejores guerreros de Guepardos, una perfecta combinación entre fuerza y velocidad. Pero seguía siendo humana, y en los últimos meses no había parado de luchar, era su primera, y quizás única, experiencia en una guerra, y ya había llevado su cuerpo al límite muchas veces, sus reservas se habían casi agotado, tenía heridas tanto externas como internas. Puede que muriera pronto, y él le daría un empujón.

Conociendo el tipo de persona que era, no dirigió su ataque directamente, sino que fingió tener a Cheng como objetivo, el mismo se había mantenido cerca de Li desde que esta entro a la pelea. Li, concentrada en pelear, no se detuvo a analizar aquel ataque, solo vio a Cheng en peligro, y antes de que su cerebro formulara una palabra ya estaba arrempujando a su amigo, quitándolo del camino, y siendo ella la receptora de aquel ataque que cambiaría su vida para siempre... pero no su destino.

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Shenta se sentía inquieto, una molesta incomodidad se había situado en su pecho, y el sueño no parecía querer visitarlo. Ya la noche estaba muy entrada pero él seguía paseándose por su habitación, se sentía muy preocupado.

Sabía que su familia no corría peligro, tampoco la chica que le gustaba, pero temía por quien en el pasado le provoco incontables dolores de cabeza. El rostro de Li no se iba de su mente, había enviado a unos cuantos hombres detrás de la comitiva de Guepardos, quizás debió haber hecho más, enviar más guardias, o escoltarla él mismo, o mejor no haberla dejado irse, pues estaba herida, sus hombres también, en cualquier momento podían sufrir un ataque.

Para esa hora, tomando en cuenta el paso lento que tenían que llevar, debían de estar llegando a Guepardos, solo debía esperar un poco más para que le reportaran la llegada satisfactoria de Li, entonces podría dormir.

Ni siguiera podía entender porque se sentía así.

Los pasos apresurados fuera de su habitación atrajeron su atención, su cuerpo se paralizo al igual que su respiración. Cuando se produjeron los toques en su puerta y reconoció la voz de uno de sus guardias se obligó a responder, ya sabía que venían malas noticias.

Sintió el alma salir de su cuerpo cuando le confirmaron el motivo de su inquietud: Li había sido emboscada, el grupo casi aniquilado, los heridos y casi moribundos hombres ya estaban llegando a Nir, para ser atendidos enseguida.

Él no pregunto porque no se le aviso desde el principio, solo tomo su capa y salió casi mandando al suelo al emisario. Llego más rápido de lo esperado a la puerta fronteriza, justo a tiempo para la llegada de Cheng, el hombre estaba claramente herido pero el dolor reflejado en su mirada no era por él, en sus brazos se encontraba Li, la palidez de su piel daba la ilusión de que ya no estaba aquí, pero no podía ser, Li no podía morir, era demasiado joven, tenía mucho por delante, no podía ser su tiempo aún, se negaba a creerlo.

Llego hasta Cheng, tomándola en sus brazos, Cheng no opuso resistencia, había un poco de alivio en su mirada, a pesar de todo confiaba más en Shenta que en la familia real de Guepardos. Al ver a su hermana del alma ser sostenida por el Emperador Wanna, se dejó ir también, su cuerpo ya no podía soportarlo más. Lo último que dijo fue una súplica a Shenta, él debía salvarla. 

El Diario de una Reina AmadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora