Como toda joven, llego a soñar con el momento en que se casara, en su imaginación este día seria mágico, ella luciría el traje de novia más hermoso, y en el altar la esperaría el gran amor de su vida. Pero con lo cruel que era la vida con ella nunca debió de esperar que esto se le concediera, si bien tenia sentimientos por aquel que la esperaba en el altar, esos sentimientos no eran recíprocos, por ende esa boda no era por amor.
Había decidido dejar su orgullo de lado, y como hizo siempre, pensar primero en el bienestar de Guepardos, por eso, vestida de rojo, caminaba hacia el altar donde Shenta la esperaba.
Su túnica era larga y pesada, de color rojo granate, la larga cola estampada con plumas doradas se arrastraba por el suelo, sobre su cabeza una corona dorada de largas y numerosas cuentas rojas, su rostro más blanco de lo habitual, y sus ojos destacados por el delineado.
Sus pasos eran lentos, tenía ganas de dar la vuelta y echarse a correr, pero ella nunca huía.
Sobre la tarima que hacía de altar Shenta lucía un traje rojo similar al de ella, solo que su en vez de plumas, su traje contenía patrones de escamas doradas, dragones y fénix, símbolos de la realiza, el poder, fuerzas de la naturaleza que mantenían equilibrado el mundo.
Él tampoco imagino que el día de su boda seria así, y muchos menos que seria con la Princesa Zen con quien se casaría.
La ceremonia no era grande, sorprendentemente los reyes de Guepardos y la Princesa Heredera brillaron por su ausencia, aunque no lo demostró, esto afecto a Li.
Luego de la ceremonia, debió permanecer sentada al lado de Shenta, recibiendo felicitaciones falsas, su rostro ya dolía de tanto fingir sonrisas, notando esto, Shenta pidió que fuera llevada a su habitación.
La habitación que desde hoy sería el hogar de Li estaba ubicada al oeste, un poco alejada del resto, y en medio de un jardín de flores azules, el caminito de cemento que conectaba con un puente sobre un estanque artificial estaba cubierto por una alfombra roja. Por los alrededores de la habitación numerosas linternas colgaban.
En el interior dominaba el rojo, velas aromáticas ardían en lugares estratégicos, y su aroma se mezclaba con el del incienso. La cama también tenía sabanas rojizas, y las cortinadas del dosel eran doradas.
Dejada allí por sus sirvientas, Li tomo asiento, estaba nerviosa y asustada, aunque una parte de ella le aseguraba que noches de boda no tendría, y conforme se consumían las velas le dolía el acertado pensamiento.
Se puso de pie, y camino hacia la pequeña mesa que contenía el espejo, sentándose en el banquillo, comenzó a retirar sus accesorios, sus ojos estaban opacos y reflejaban el dolor de su corazón. Con su pelo suelto y sin una pizca de maquillaje se permitió reír, una risa vacía.
Se puso de pie y retiro su vestidura, ahora era una esposa pero lo sería solo de nombre, no tenía esperanzas de ser correspondida, pero ella había elegido ese camino, era el destino que le tocaba vivir, y lo seguiría cumpliendo tal y como lo había hecho hasta ahora, a costo de su propia felicidad.
ESTÁS LEYENDO
El Diario de una Reina Amada
FantasyÉl fue un buen rey, pero no fue un buen esposo para ella. Ella le amo, a pesar de solo recibir desprecio. Él sintió afecto por ella, pero nunca amor. Ella se fue sin arrepentimientos. Él tuvo que quedarse con los sentimientos de culpa. Él sabe que...