Edoras

1.6K 130 12
                                    

_Esto no me gusta, Aragorn_dijo Gimli levantando el hacha_, parece alguna especie de hechizo.

_No vamos a dejarla sola ahí adentro, amigo, vamos a ver qué sucede...estad preparados para todo.

Los tres entraron en el bosque de Fangorn, una frondosa extensión arbórea, oscura y húmeda, donde unos crujidos misteriosos que se dejaban oir entre los árboles hacían a los recién llegados otear a su alrededor con temor, mientras procuraban que sus pasos fuesen suaves y no perturbase la quietud de aquel lugar.

_El aire esta tan cargado aquí..._dijo Gimli.

El elfo paseaba su vista por entre las ramas de los retorcidos y musgosos árboles.

_Este bosque es viejo, muy viejo, colmado de recuerdos... y de cólera. Los árboles hablan unos con otros.

Los crujidos se volvieron ahora más intensos y el enano se puso a la defensiva.

_Gimli, baja el hacha_le aconsejó Aragorn_.

_Oh..._dijo éste, haciendo lo que le decía_.

_Tienen sentimientos, amigo_le aclaró Legolas_. Los elfos se los dieron. Despertaron a los árboles, les enseñaron a hablar.

_Árboles parlantes_murmuró Gimli_. ¿De qué hablaran los árboles? Excepto de la consistencia de los excrementos de ardilla.

_Silencio_ordenó el montaraz_, encontremos a Aelin y salgamos de aquí... ¿dónde se habrá metido?

_Estoy aquí_dijo la elfa, detrás de ellos mientras salía de detrás de un grueso tronco_.Quietos ahí...el Mago Blanco no anda muy lejos.

Los tres compañeros se pusieron en guardia y, disimuladamente, se prepararon para un ataque.

_No le dejéis hablar o nos embrujará_dijo Aragorn en voz baja_.Debemos ser rápidos.

De repente, una intensa luz blanca que brotó a pocos metros de ellos los cegó, dejando tan solamente percibir una difusa imagen humana dentro de su fulgor, sujetando una vara, deslumbrante incluso ante los ojos élficos.

El arco de Legolas cantó, y una de sus flechas salió disparada hacia el misterioso ser al que envolvía aquel extraño brillo, pero éste atajó la saeta con la vara y la rompió por la mitad en pleno vuelo.

Aragorn levantó su espada y ésta se tornó tan caliente su hoja, que la alta temperatura llegó hasta la empuñadura y tuvo que soltarla, abrasándole la mano y cayendo el arma al suelo.

Gimli levantó también su hacha y salió despedida a varios metros.

Aelin ni siquiera se movió.

La voz de aquella figura se dejó oir, distorsionada, pero perfectamente entendible.

_Estáis siguiendo el rastro de dos pequeños hobbits.

_¿Donde están?_preguntó Aragorn.

_Pasaron por aquí, antes de ayer. Se encontraron con alguien que no esperaban. ¿Eso te reconforta?

_¿Quién eres? ¡Muéstrate!_exigió el montaraz.

Entonces el cegador fulgor blanco se disipó, mostrando al dueño de aquella vara, vestido de blanco y que en absoluto pensaban que volverían a ver.

_¡Gandalf!_gritó Aelin sin creer lo que veía.

_No puede ser..._masculló Aragorn.

Los cuatro permanecían inmóviles ante tal inesperada y asombrosa aparición, hasta que Legolas rompió el silencio y se arrodilló arrepentido.

ESDLA,una elfa en la CompañíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora