Consecuencias

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Haldir esperaba con todas sus fuerzas de que no fuese Aelin lo que había visto caer.

La elfa, aprisionada entre los poderosos brazos del Nazgûl, se revolvía con todas sus fuerzas intentando soltarse, pero por otro lado...¿qué haría si lo conseguía? ¿Lanzarse al vacío? ¿Y luego? Si no se mataba en el intento, aquel espectro iría a por ella buscando el paradero del anillo, al igual que la primera vez que los vio...nunca se detendrían. Aún no estaban a mucha altura, todavía estaba a tiempo de saltar.
Pero antes tendría que pensar algo para que aquella cosa la soltara...¿qué? ¡Rápido!
De pronto, algo hizo que la criatura que montaban se moviese de forma brusca y diese un salto en el aire. El Nazgûl aflojó el agarre sobre Aelin para tomar las riendas y tratar de enderezar el vuelo.
Ahí encontró su oportunidad.
Aelin se revolvió de repente y se soltó de la fuerza descomunal del espectro. Se sujetó como pudo al inicio del largo cuello de la bestia y miró hacia abajo.
Habían ascendido ya demasiado, si saltaba se mataría.
La velocidad que el fiero animal volador había tomado era increíble. Revoloteaba furioso, subiendo y bajando en el aire mientras el Nazgûl tiraba de las riendas que dirigían su vuelo, sin éxito.
Aelin se volvió y miró al espectro. Debía acabar con él, destruírlo. O iría tras ella hasta conseguir salirse con la suya. Para eso existían...para ejecutar la voluntad del Señor Oscuro y no cejaría en su intento hasta agotarla y volver a apresarla.
Estaba desarmada, perdió su espada y sólo disponía del carcaj y las flechas. No podía hacerle frente con aquello, perdería demasiado tiempo descolgando el arco, cargando, tensando, apuntando... la vería venir, y además con aquella velocidad y el animal que montaban descontrolado...
Sus manos...
No, no sería suficiente...aquello no era de aquel mundo, y era poderoso, muy fuerte para ella. No lo conseguiría.
"Estoy aquí, Aelin", escuchó la elfa dentro de sí misma. Reconoció aquella voz dulce y femenina."Hazlo. Hazlo ahora. Yo te ayudaré".
Aelin sintió una fuerza renovada en su interior. Miró al Nazgûl directamente.
Se equilibró sobre el lomo de la criatura y se puso de pie, frente al espectro, doblando las rodillas para mantenerse. Éste, al verla delante de él, soltó una mano de las riendas y desenfundó su espada.
Aelin metió sus manos de pronto bajo la capucha negra que cubría la cabeza fantasmal del espectro y aplicó una gran y luminosa descarga que reventó dentro, provocando una onda expansiva que la empujó con fuerza y la hizo caer hacia atrás de espaldas...
Cerró los ojos por el dolor.
Sus manos le quemaban desde la punta de los dedos hacia arriba. Un ardor insoportable le subía desde los antebrazos hasta los hombros y le impedía pensar, actuar...ni siquiera pudo ver cómo bajo la negra túnica del Nazgûl las fuerzas que lo mantenían en el mundo de los vivos comenzaban a desaparecer vaciando sus ropajes de todo sostén y, como un vulgar trapo sacudido por el viento, revoloteó vacío por el aire hasta caer sobre la batalla que se llevaba a cabo decenas de metros más abajo.
La elfa, aún de espaldas sobre la bestia alada, abrió los ojos cuando el dolor se volvió lo suficientemente soportable como para querer saber qué había ocurrido. Se incorporó y miró hacia la montura.
El Nazgûl había desaparecido.
Lo había destruído con sus manos desnudas...
_Valar de..._murmuró incrédula. Se levantó las mangas. La piel de sus manos y antebrazos habían palidecido y un dolor sordo le recorría por ambas extremidades.
Sabía que aquello le pasaría factura.
Ya había visto antes el daño que éstos causaban y no sería nada bueno.
De pronto el monstruo donde iba subida se movió de una forma tan brusca que Aelin, olvidando momentáneamente el dolor de sus brazos, se inclinó hacia adelante y se aferró a la montura con fuerza. Seguía descontrolado y caería si no lograba estabilizarlo.
_¡Oh, Elbereth! ¿Qué puedo hacer?_decía para sí misma mientras se agarraba para no caer. ¡Aquello no era ningún caballo!
Pero tenía riendas.
Aelin se arrastró por el lomo como pudo, sujetándose mientras era zarandeada de un lado a otro y de arriba a abajo, hasta que pudo sentarse en la montura. Se enderezó y, agarrándose con una mano, se inclinó hacia adelante y alargó la otra para tirar de una de las bridas... justo cuando miraba hacia el frente y se daba cuenta de que se dirigían directamente hacia el costado de un inmenso Mûmakil.
_¡Oh, no, no, no, no!_dijo la elfa cuando vió aquel enorme, robusto y grandísimo animal delante de ella.
La rienda estaba más adelante, tenía que inclinarse más, tenía que llegar, cogerla y tirar de ella. La bestia alada, descontrolada, volaba como loca. Aelin juraría que ni siquiera veía por dónde iba...en caso contrario ya se habría elevado o virado...o algo. Pero estaban a punto de impactar.
Aelin, rápidamente, se alargó aún más y alcanzó al fin las riendas. Se sentó apretándose bien con las piernas y tiró con todas sus fuerzas hacia atrás para subir.
Pero aquel animal no cambió el rumbo. Se revolvió violentamente y siguió hacia adelante. Aelin, desesperada, volvió a tirar con fuerza, hacia arriba y a un lado, ya no sabía que hacer.
_¡Vamos, maldito bicho! ¡¡Nos vamos a estrellar!!_gritó histérica tirando una y otra vez_¡¡Muévete!!
Entonces el monstruo subió de repente justo en el instante en que Aelin había cerrado los ojos preparándose para el choque contra aquella mole de carne y voló veloz hasta lo alto, rozando en su ascenso la dura piel del Mûmakil. La elfa, al sentir aquel repentino cambio de rumbo, abrió los ojos y gritó aliviada.
_¡Oh, sí!_dijo eufórica.
La criatura siguió elevándose y Aelin, en un abrir y cerrar de ojos, decidió saltar sobre el lomo del Mûmakil. No tendría otra oportunidad de caer de pie sana y salva con aquel monstruo fuera de control.
Se soltó de las riendas y saltó sobre una especie de montura grande hecha con varales y telas para resguardar a los jinetes del sol, cayó sobre uno de los techos, que se rasgó por el impacto atravesándolo, y se desplomó sobre la base de aquella especie de sombrajo. Aelin quedó boca abajo sobre la madera de la montura del Mûmakil...a decenas de metros sobre el suelo, pero al menos no volaba sin control por el aire.
_¡Oh, sí, sigo viva!_dijo levantando la cara con una sonrisa de alivio_, ¡Estoy viva, he...oh!
Cinco o seis hombres del este, tatuados hasta las orejas y con cara de pocos amigos, la habían rodeado, desconcertados al ver precipitarse por sorpresa una elfa desde los aires.
_Ehh..._dijo Aelin mirando a uno y a otro.
Los hombres dijeron algo en su idioma y le gritaron algo al que controlaba el gigantesco animal. Éste miró hacia atrás, vio a Aelin allí de pie rodeada por los suyos y respondió con otro grito señalándola con un dedo.
La elfa ya sabía qué iba a ocurrir. Y acertó.
Los hombres sacaron sus armas y se enfilaron hacia ella para matarla.

ESDLA,una elfa en la CompañíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora