Capítulo 1

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Venezio Zalone.

—Por dios, hombre —Froté mis ojos queriendo despabilarme de esa pésima actuación —Te estoy pidiendo un papel para ser un hombre imponente, seductor, atractivo, sexy... es una película erótica y tú pareces un devoto de Dios a punto de dar una misa.

—No, puedo hacerlo de nuevo...

Insistió, pero a estas horas lo único que me faltaba era seguir perdiendo tiempo con gente que no tiene ni idea de a qué se viene a presentar.

—Lo siento —Moví mi mano en gesto de que se fuera —. Avísale al próximo que entre, por favor.

Estaba estresado, pasé una mano por mi cabeza y observé a Brianna mirarme con notoria molestia. Sí, lo entendía; era enero en New York, hacía frío y encima había más ruido y molestias de lo usual porque estaba lleno de turistas. Y tampoco me gustaba nadie para que protagonice mi película.

Hace horas que esta silla se incrustó en lo más profundo de mi ser y dejé de sentir mi trasero, pero ya había perdido demasiado tiempo buscando quién cumplía con mis expectativas y para ser honesto, ya estaba por rendirme.

La fila de voluntarios era larga, larguísima para mi paciencia. Había recibido unos cuantos que no tenían ni idea de a qué venían, otros que un amigo de otro amigo de su amigo los había mandado, otros que creían que esto era una película pornográfica y que iban a tener sexo en plena cámara de manera literal. Estaba harto. Tenía un par de nombres en mi lista, pero conformarme con eso era penoso.

—Vene, querido.

Alcé la vista e inmediatamente fruncí mi ceño y busqué tapar mi oreja por el gritito que Brianna soltó.

—¡Lucyan!

—Oh, hola, amore —Le contestó con un fluido acento italiano.

—Brianna, por favor.

—¿Has escuchado? Me dijo "amore" —Susurró la rubia hacia mí, como si él no estuviera viéndonos.

Lucyan era un importante actor, uno de los más cotizados y queridos del momento. Lo conocía, por supuesto. Nos llevábamos bien, no había hablado demasiado con él porque no frecuentaba la gente con la que él había escogido juntarse. Aquí todo son las juntas, pero las suyas no eran las mías.

Las mujeres se volvían locas y bueno, me toca reconocer que lindo si es. Alto, corpulento, lo típico. Cabello larguito y rubio, ojos azules. Nada de carne nueva.

—¿Qué haces por aquí? —Pregunté.

—Que directo, podrías invitarme a un café... —Bromeó —. Quiero el papel de Patrick —Contestó sin rodeos.

—Tengo más de cien personas aún y llevo sentado aquí desde las once de la mañana, Lucyan. No tengo más opción que ser directo —Suspiré y expliqué para que entendiera.

Es decir, tampoco quería mancharme como un antipático.

—Ah, sí. No sé, he venido directamente aquí porque mi asistente estuvo esperando.

—¿El papel? —Crucé mis brazos —. Lo tienes, porque estoy hasta los huevos y te conozco.

Brianna dio un salto de emoción y corrió en un intento de abrazar a Lucyan, pero sostuve su brazo para que no lo hiciera. No quería; 1, mala fama por darle papeles a cualquier actor con trayectoria porque mi excusa era estar hasta los huevos y 2, denuncias porque mi asistente no respetaba el espacio personal.

Él no emitió ni un sonido o algo que mostrara satisfacción con mi respuesta, solo asintió con su cabeza como si estuviera haciendo un trámite. Luego, alzó sus pulgares y me guiño un ojo.

El arte de enamorarse [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora