Capítulo 25

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Venezio

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Venezio

El aire cálido invade mi rostro de repente apenas pongo un pie fuera del avión, habían pasado los días con rapidez. Florencia se siente una maravilla a comparación del frío que venía experimentando en New York y el hecho de que pasaríamos unas semanas aquí grabando para el film me gustaba; la película estaba en la recta final.

Pensar en eso me generaba una ansiedad en el pecho que costaba dispersar. Había llegado lejos, había hecho cosas que jamás me hubiera imaginado para poder lograr satisfacer aquél deseo cúlmine de llegar a ganar el oscar y desligarme del reconocimiento de mi padre. Ese deseo que se había vuelto una necesidad en dónde no había margen de error.

—¿Por qué vinimos en un avión privado y no fuimos a un aeropuerto como los demás?

La voz de la colorada me distrae y enfoco mi atención en ella, luce un vestido veraniego que me permite apreciar más de su piel. ¿Alguna vez comenté los lunares que decoran su palidez? Porque son espectaculares.

—Porque odio la gente.

—¿Me odias a mí? —Inquiere con su ceño fruncido, aquel gesto lo acompaña arrugando su respingona nariz.

Pellizco su mejilla.

—Tú no eres la gente —Murmuro inclinándome a su altura —, eres Astraea.

—No me digas —Rueda los ojos.

—Mi Astraea, eso debe hacer una diferencia.

El aroma dulce de su perfume combina a la perfección con su actitud. Rozo la nariz por su cuello, la piel luce perfecta, pero lo haría mejor con mis marcas impregnada en ella y por ende, pensar en los chupones que repartiría podría ponerme duro en segundos. Astraea suelta una risa y me aleja alegando que mi accionar le ocasionaba cosquillas.

Solo es atracción sexual.

Solo sexo.

—Las tetas se te ven perfectas en ese escote.

—¡Venezio!

Aleja su mirada de la mía con tímidez y no permito que me prohíba apreciar la belleza de sus ojos, por lo que sujeto su rostro por su nuca. El agarre firme la obliga a verme a los ojos, se mantiene expectante a mi palabra.

—No apartes tus ojos de mí, no me impidas ver tu celeste, pecosa.

—No seas tan obsceno, que no sé qué contestar —Susurra.

Sus palabras me sacan una sonrisa.

—Ve acostumbrándote, que si no te bajo el vestido para prenderme de tus senos es únicamente porque estamos rodeado de personal. De lo contrario ya estarías empotrada al avión.

Astraea rueda los ojos y se aparta de mi para no revelar el sonrojo de sus mejillas. Sonrojo que dé más está aclarar que noté desde un principio.

—Venezio.

El arte de enamorarse [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora