Capítulo 6

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Venezio

Froté mi pecho por quinta vez, hacía seis minutos que había entrado al lugar. Era un intento tonto de querer calmar los latidos fuertes y disparatados de mi corazón.

Esperé impaciente en esos lujosos y resplandecientes sofás individuales y blancos que tanto detesté durante toda mi niñez. Podían mancharse con facilidad, sin embargo, no era interés de mi padre que tenía gente encargada de limpiarlos a cada instante.

—Venezio —Bianca me llamó —. Tu padre se desocupó, ya puedes subir.

—Gracias.

Bianca era su secretaria, una mujer avanzada en edad que me había criado más que mi propio padre. Le sonreí y luego avancé hasta el ascensor, el cual me guio al pasillo dónde se ubicaba la oficina de Sebástian.

Al empujar la puerta, sin tocar porque poco me importaba, me encontré con mi padre sentado en su respectiva silla. Siempre informal, con camisas arremangadas hasta los antebrazos y botones abiertos, cabello desarreglado y lentes de lectura. Odiaba esa imagen de él.

Tensé mi mandíbula y me senté alejado, en uno de sus sillones lejos del escritorio. Crucé mis brazos y me recosté en el respaldar, en la espera de su saludo.

—Hijo, buen día.

—Son las cinco de la tarde.

—Buenas tardes —Se corrigió y señaló la silla frente a él, pero la rechacé.

—No me apetece ese lugar.

No dijo más, tomó aire y tras un silencio incómodo, volvió a hablar.

—Escuché que hoy es tu gala de presentación, eso suena muy bien.

Se paró y se dirigió a mí, se sentó en frente y apoyó sus antebrazos en sus muslos. Estaba ligeramente inclinado a mi dirección y a mi no podía ponerme más ansioso esa simple acción.

—¿Estás tomando tus pastillas? —Preguntó al no tener respuestas.

—¡Joder! —Maldije —. ¡No te hagas el padre preocupado ahora! No lo hagas, no lo quiero. Soy adulto, tengo veintisiete años y puedo cuidarme por mi cuenta.

Alcé la voz, mi respiración se agitó y al darme cuenta, pasé saliva e intenté mantener la compostura. Era la única persona capaz de sacarme de mis cávales tan de golpe y él sabía lo mucho que odiaba que me quite de mi estructura.

—Si no las tomas, podrías tener un ataque hoy en la gala, Venezio —Explicó en un susurro —. Solo quiero cuidarte.

Solté una carcajada y me paré, pasé una y otra vez la mano por mi cabello.

—¿Cuidarme? ¿Otra vez tendremos la misma discusión?

—Sé que no he sido muy atento en tu infancia y que deber-...

Lo interrumpí

—¿Muy atento? Te la pasabas follando a tus secretarias, engañando a mamá y divirtiéndote en esas fiestitas de famosos alejadas de todos porque te sentías poderoso y respetado, mientras yo te necesitaba y mamá también, ¡ella estaba muriendo! No hables de ser atento y de lo que deberías, joder, no, por favor.

Sebástian bajó la cabeza, parecía pensar. Mientras mantuve las manos en mi cadera y miré al ventanal queriendo recuperar mi respiración calma, bajar mi ritmo cardíaco y hacerle entender a mi cuerpo que estaba bien, que estaba a salvo y no había necesidad de tener esta ansiedad carcomiéndome.

—Solo dime que querías, Sebástian, porque tengo trabajo.

—Quería felicitarte, hijo. Nada más... desearte éxitos y que todo saliera bien —Curvó sus cejas con angustia.

El arte de enamorarse [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora