Capítulo 2

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Astraea.

—¡Puedes sacarte una foto conmigo! ¡Es para mi hija!

—¡Conmigo también, por favor!

Los gritos, la gente empujándome, seguridad intentando ser suave con las madres. El aire había empezado a sofocarme, probablemente porque carecía de él entre tanto alboroto. Las calles de New York estaban tapadas de padres que corrían en todas las direcciones posibles para bloquear mi entrada, adolescentes que me querían de fondo de pantallas y niños gritando mi nombre.

El flash de las cámaras era algo de lo que aún, con más de quince años en la industria, no podía acostumbrarme. Me enceguecía, así que me aferré a mis lentes y me cubrí mejor la cara.

—Por favor, no puedo respirar...

—¡Astraea, solo una foto! —Siguieron pidiendo.

Las personas comenzaron a pelearse, por algo en relación a su lugar. Habían tumbado la valla que mantenía mi distancia hacia ellos hacía bastante tiempo y los minutos aguantando la avalancha de gente encima de mí estaba siendo eternos, aunque una vez que llegué al auto, me di cuenta que solo fueron unos cinco minutos.

Solo había salido a buscar un café, intentando ser una humana común y corriente en una mañana tan fría como esta. Ahora me quedé sin café y sin ganas de volver a salir.

—Señorita —Me llamó mi chofer —. ¿Se encuentra bien?

No.

—Sí, todo bien, Sam.

No lo sé, ¿me sentía bien? Que pregunta amplia. No lo sabía. Solo sé que, en teoría, muy bien no estoy si me siento mareada, tengo taquicardia, me duele la cabeza y el aire me falta del pecho, pero supongo que no es para tanto.

Hasta que, a los minutos, me desplomé antes de bajar a mi departamento. Sam logró atraparme y de ahí no recuerdo más nada. Quizá podía oír algún que otro grito lejano, creo que pude ver los flashes incluso con los ojos cerrados y la gente que pasaba decir cosas.

—¿Asteroide?

Alguien me tocó la mejilla.

—Asterisco.

Siguió llamando.

—As... ¿tronauta? —Dudó.

—Deja de llamarme así, Grace, porque te cortaré la boca.

—¡Al fin, hija! Te has tardado unos buenos cuántos minutos, nadie se desmaya por más de treinta y cinco minutos. Ya hasta te perdías en el más allá y te enterraban.

Grace siguió hablando, pero no la escuché. Cuando abrí los ojos era de día aún, y yo quería que sea la hora de dormir, estaba en mi cuarto y lo que menos deseaba era estar despierta en estos momentos. Me dolía horrores la nuca, estaba mareada e intentaba controlar mi deseo de vomitar. ¿Me había desmayado a raíz de qué?

—¿Salí en la tele? ¿En las revistas?

Grace aguardó silencio, buscó algo qué decir y luego volvió a abrir su boca pintada de rojo intenso, acaricio la trenza que caía en un costado de su hombro pensativa.

—Bueno... lo genial es que sales bonita, entonces ahora puedes saber que desmayada te ves sexy.

—No, no, no. ¿Mis padres?

—Tus padres, ajá —Miró hacia otro lado —. Tus padres están en la sala.

Me reincorporé de inmediato y odié haber hecho eso, porque todo el dolor se extendió por mi cuello. Siseé y froté la zona mientras caminaba nerviosa por la habitación.

El arte de enamorarse [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora